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Anécdota / reflexión: ¿Dónde están los derechos humanos de los habitantes que trabajamos y queremos vivir en paz?
Atrapar al ladrón
Esta es una anécdota ficticia pero no por eso deja de ser verosímil. Hechos similares han ocurrido y seguirán ocurriendo mientras no se revean algunos artículos penales de las leyes argentinas. Leyes en las que tienen más derechos los ciudadanos deshonestos que los honestos. Bien ya lo dijo el genial Discépolo en la letra de su famosísimo tango “Cambalache”: “Es lo mismo el que labura / noche y día como un buey, / que el que vive de los otros, / que el que mata, que el que cura / o está fuera de la ley”.
Resulta que tengo un sueño muy liviano, y en una de esas noches noté que había alguien andando sigilosamente por el jardín de la casa. Me levanté silenciosamente y me quedé siguiendo los leves ruidos que venían de afuera, hasta ver una silueta pasando por la ventana del baño.
Como mi casa es muy segura, con rejas en las ventanas y trancas internas en las puertas, no me preocupé demasiado, pero está claro que no iba a dejar al ladrón ahí, contemplándolo tranquilamente.
Llamé bajito a la policía e informé la situación y di mi dirección.
Me preguntaron si el ladrón estaba armado o si ya estaba dentro de la casa.
Aclaré que no y me dijeron que no había ningún móvil cerca para ayudar, pero que iban a mandar a alguien ni bien fuese posible.
Un minuto después llamé nuevamente y dije con voz calma:
-Hola, hace un rato llamé porque había alguien en mi jardín. No hay necesidad de que se apuren. Yo ya maté al ladrón con un tiro de escopeta calibre 12, que tengo guardada para estas situaciones. ¡La pucha! ¡El tiro hizo un desastre sobre el tipo!
Pasados menos de tres minutos, había en mi calle cinco autos de policía, un helicóptero, una unidad de rescate, un equipo de TV, y una hinchada de los derechos humanos que no se perderían esto por nada del mundo.
Agarraron al ladrón in fraganti, quien estaba mirando todo con cara de asombrado. Tal vez él estuviese pensando que era la casa del Jefe de Policía.
En medio del tumulto, un comisario se aproximó y me dijo:
-Creí que había dicho que había matado al ladrón.
Yo contesté:
-Creí que me habían dicho que no había nadie disponible.
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Anécdota argentina que me contó un tractorista
Una venganza muy particular
Por Alberto Llambi Campbell
En la provincia de Corrientes y posiblemente, también en otras provincias del norte, se conservan ciertas costumbres muy salvajes para resguardar el honor familiar.
Por esas costumbres ocurrió el “accidente” del hermano de nuestro tractorista. Fue por él que supe esta historia.
Ella era hija, sobrina y hermana de médicos, y también tenía esta profesión. El muchacho era joven y tenía relaciones ocultas con la médica. Se encontraban siempre en un discreto hotel. Un día, el muchacho le avisó que la próxima sería la última cita, ya que pensaba casarse con otra en pocos días.
La médica aceptó la noticia con una sonrisa; el día del último encuentro, en el hotel de siempre, quiso que brindaran como despedida. Pero en la copa del infeliz había una fuerte dosis de somnífero.
Al despertarse, confundido y con tremendos dolores, el muchacho se descubrió en un charco de sangre y, horrorizado, vio que sus testículos colgaban prolijamente a los pies de la cama.
Nunca se casó ni se pudo saber quién fue.
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Los niños quieren saber
¿Por qué todos los cabellos de la abuelita están blancos?
Un día una niña de las colonias estaba sentada observando a su madre lavar los platos en la cocina. De repente notó que su madre tenía varios cabellos blancos que sobresalían entre su cabellera oscura.
Miró a su madre y le preguntó inquisitivamente:
-¿Por qué tenés algunos cabellos blancos, Mamá?
Su madre le contestó:
-Bueno, cada vez que hacés algo malo y me hacés llorar, uno de mis cabellos se vuelve blanco.
La niña reflexionó esta revelación por un rato y luego dijo:
- "Mamá… Y… ¿Por qué todos los cabellos de la abuelita están blancos?
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