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Fábulas argentinas
El burro
Por Godofredo Daireaux
El burro había nacido bueno, alegre, sumiso, lleno de buena voluntad. Era feo, es cierto, pero se reía con tan buena gana, que a pesar de su voz horrenda, su rebuzno parecía canto. Se burlaban de él y de su facha: él sacudía las orejas y se reía, bonachón.
Pero, porque era bueno, empezaron a abusar de él. Era fuerte, por ser tan chico, lo cargaron demasiado; era sobrio, casi no le dieron de comer; era resistente, le hicieron trabajar más de lo que era posible. Y cuando ya no daba más, lo empezaron a maltratar.
Se le avinagró el genio; sus orejas no se movían ya risueñas, sino que las echaba para atrás, enojado, enseñando los dientes y aprontaba las patas.
Y el amo, desconfiando, a pesar de tener en la mano el palo amenazador, decía: «¡Qué malo es el burro!».
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Historias de frases famosas
Hacer como el avestruz
La caza de avestruces fue muy intensa hada 1850. Cuando la moda europea demandaba plumas para adornar los sombreros femeninos.
Las noticias traídas de África por los traficantes difundieron entonces una falsa creencia. Según ella, el pariente de nuestro ñandú entierra la cabeza bajo la arena cuando se lo persigue. Pero la realidad es muy distinta. Por tratarse del ave de mayor tamaño que existe en la Tierra, el contraste entre el cuerpo voluminoso y la pequeñez de la cabeza resulta muy notable. A esto se suma que no bien sospechan algo extraño, esos palmípedos bajan el cuello a ras del suelo y así permanecen en observación, prontos a emprender carrera. Puesto que desde lejos sólo se divisa el cuerpo, los primeros cazadores les atribuyeron la conducta que la frase insinúa. Por lo que "Hacer como el avestruz" sería ocultar la cabeza ante el peligro; no ver. Y como sabemos, no querer ser vistos es una modalidad habitual en mucha gente, cuya única reacción en situaciones comprometidas consiste en ignorarlas: hacer lo que no haría el más torpe de los avestruces.
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¿Creer o reventar? Las supersticiones y creencias populares más difundidas
Décima séptima parte
La saliva
Las supersticiones relacionadas con ella hacen referencia a sus poderes curativos como a su índole protectora contra el mal.
La saliva y la salud
El origen de esta superstición se encuentra en el evangelio de San Marcos, 7, 32-5, que dice: "le llevaron un sordomudo y tartamudo, rogándole que le impusiera las manos, y tomándole aparte de la multitud, metióle los dedos en los oídos y escupiendo, le toco la lengua, y mirando al cielo, suspiró y dijo: "Efeta", que quiere decir: "Ábrete"; y se abrieron sus oídos y se le soltó la lengua hasta hablar correctamente".
Se decía que para curarlas heridas sin que quedase cicatriz era aconsejable mojarlas cada día con la saliva de una persona en ayunas.
También era costumbre tocar los ojos de los niños con los dedos mojados en saliva para que tuvieran buena vista.
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