Editorial
Los abuelos en los tiempos modernos
Plenos de experiencias, contadores de historias y consejeros, los adultos mayores son un eslabón importante en la red de vínculos de una familia. Su papel ha cambiado con los años. Hoy hay más desafíos y cambios, tantos roles como tipo de familias. Los abuelos no sólo cuidan a sus nietos, también hay muchos que tienen otras actividades, trabajan y hacen deporte. El desafío es mantener el papel, conservar su lugar. Todos deberían aportar lo suyo para su bienestar.
El vínculo entre un abuelo y su nieto está más relacionado con dar rienda suelta a la imaginación. Su rol es distinto del educativo y más afín con cumplir las fantasías de los más chicos. Además, el abuelo tiene la posibilidad de restituir algunas acciones.
También es importante la transmisión de las vivencias, aunque a veces puede verse interferida por factores de la vida cotidiana, como la tecnología. Fomentar el diálogo favorece el cuidado del vínculo.
La relación con los miembros más ancianos de la familia varió desde hace unos años porque ya no se encuentran en situación de pasividad. Tienen necesidad de trabajo, de tener una vida activa y pueden hasta organizar un nuevo grupo familiar.
La longevidad hace que aparezca una generación de hijos mayores, que se tiene que hacer cargo de sus padres y los demás integrantes de la familia, lo que puede provocar una sobrecarga.
Un rol cada vez más presente en las familias es el de los bisabuelos, que causa un enriquecimiento por el intercambio generacional.
A pesar de la posibilidad que tienen los abuelos de compartir experiencias con sus hijos y sus nietos, es posible que se presenten dificultades como consecuencia de la diferencia generacional.
Si el abuelo vive de la nostalgia y no se adapta, se van a presentar dificultades en el vínculo, pero si lo hace, esa relación será más armoniosa.
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Recuerdos de niñez: La Escuela Parroquial
Mi infancia se quedó allí
Por Luis de la Fuente
Mi infancia se quedó allí, no en las aulas ni en las galerías, sino entre las nubes de polvo que se levantaban sobre la arena del patio de recreo. Allí se quedó ese sol, redondo y amarillo, que alumbraba horas eternas, la juventud de mis padres y la madurez de mis abuelos; allí se quedó mi inocencia, el niño Jesús y la cigüeña que traía a los niños de Paris volando. Se quedó mi primer amor y mi primer desengaño. Mi primera pelea se quedó allí, mi primer miedo. Se quedó la muerte de la madre de mi compañero, tan querido, y la de mi tío Juan; la canica de cristal, el tren eléctrico y la bicicleta que con todo su cariño me regaló mi abuela; la sonrisa abierta, la ilusión sincera, la confianza. Se quedó el futuro proyectado de mi vida. Se quedó mi infancia. Se quedó allí, flotando entre nubes de polvo. En aquel patio de recreo.
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