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hilando recuerdos

Edición Nº32 (Abril 2009)

Historias de cocina y alimentos varios

 Páginas 1, 2 y 15

         Rastreamos los orígenes del arte culinario y publicamos la receta de un plato tradicional de los alemanes del Volga

Mirar al pasado y decir en un suspiro: ¿Se acuerda, abuelo?

Página 4

           Reflexiones, pensamientos, tristezas, alegrías, sensaciones… todo eso que llevamos dentro, oculto porque es nuestro.

Historia de un amor

Página 8

               Se encontraron un día cualquiera, se miraron, y fue como si los abuelos resucitaran a la vida después de años de soledad, de buscar no sabían qué.

 

Fotografías de Pueblo Santa Trinidad, San José y Santa María

 Páginas 6, 12 y 18

 

Año 1960. Pueblo San José. Imagen que rememora el casamiento de Marcelo Melchior. Lo acompañaron en tan feliz momento: Arturo García, Rosa Graff, “Negra” Krenz, Aurelia Graff, Nilda Graff, Roberto Antonocci, Rosa Hubert y Ester Antonocci (Gentileza de Claudia Dome).

 

Recuerdo de un tiempo lejano de Pueblo Santa María, en que los fieles salieron en procesión con la imagen de la Virgen para realizar un recorrido casa por casa, donde la dejaban unos días, para rezarle (tal como se observa en esta antigua fotografía) y a la vez efectuar una colecta para construir la Gruta de Fátima (Gentileza de Delia Scheffer).

Página 2 y 3

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Los orígenes del arte culinario de los alemanes del Volga se remontan a tiempos inmemoriales

Historias de cocina y alimentos varios

Quizá el primer hombre que descubrió la cocina o, mejor dicho, el arte de cocinar fue un habitante prehistórico de nuestro planeta que encontró un buen día un animal medio quemado en un incendio casual de un bosque. Acuciado por el hambre le hincó el diente y se dio cuenta de que la carne asada tenía mejor sabor que la cruda con que acostumbraba a alimentarse. Sin duda el asado es el primer plato que se dio a conocer. Y de ahí en más comenzó a nacer el arte culinario con el lógico perfeccionamiento en la elaboración y el cocido de los alimentos. Un arte en el que los alemanes del Volga tienen mucho conocimiento adquirido.

“Poner la mesa”

Remontándonos a tiempos remotos, podemos decir que Homero -el escritor griego autor de la Iliada y la Odisea- nos habla de asados de carneros, cerdos, ternera y cabra, todo lo cual debería hacerse a pleno aire, aunque no es difícil suponer que algún lugar había en la casa para cocinar, por lo menos en los días de lluvia. En el siglo VII a. de J.C. los banquetes tenían lugar en el Megaron, sala que servía lo mismo para un banquete que como punto de reunión. No había mobiliario, pues no olvidemos que hasta muy entrada la Edad Media no se reservó un sitio determinado para el comedor.

En Grecia la frase «poner la mesa» significaba exactamente lo que dice, pues la mesa consistía en unas tablas puestas sobre unos soportes, que se cubría con un mantel, retirándose todo después de la comida. A los invitados se les lavaban los pies, se les entregaba una copa y pan, este último muchas veces perfumado con anís. El que se encargaba de trinchar las carnes reservaba las partes nobles del animal para los invitados de mayor importancia.

Utensilios de cocina

Fueron los griegos los que perfeccionaron los utensilios de cocina que, muy probablemente, copiaron de los egipcios y otros pueblos orientales, aunque las ollas y las cacerolas se encuentran ya entre los restos de los hombres prehistóricos. En realidad la cocina griega no empezó a ser importante hasta el siglo V. a de C., por influencia de los egipcios. Pierre Montet, en su excelente libro “La vida cotidiana en Egipto”, en tiempo de Ramsés, nos da una idea bastante clara de la cocina egipcia. Según este libro el alimento que se consumía entonces era básicamente la carne, especialmente de buey y la de ciertos pájaros, que se comían crudos en salazón.

La cebolla y el ajo eran muy apreciados, así como el pescado, conservado en salmuera. En frutas se servían las sandías, los pepinos y los melones, mientras que las peras, los melocotones, las almendras y las cerezas no hicieron su aparición hasta la época de la dominación romana. Se consumía mucho pan. La bebida nacional era la cerveza, pero sin usar levadura, por lo que debía consumirse rápidamente, pues si no se agriaba.

Grandes comilonas

Los egipcios comían sentados, separados los hombres de las mujeres, y es curioso comprobar que usaban cucharas y tenedores de madera o de metal. Teniendo en cuenta que el tenedor fue introducido en Europa recién entrada la edad moderna.

Los que hayan visto películas de las llamadas «de romanos» o hayan leído el Satiricón de Petronio tendrán una cierta idea de cómo se desarrollaban los banquetes en la antigua Roma. Claro está que lo descrito en estas obras se refiere a banquetes dados por el emperador o por gente rica como los grandes patricios o ricos advenedizos como el Trimalción de la obra de Petronio.

Según parece estos grandes comilones apostaban más por la cantidad o rareza de 105 manjares que por su calidad. Así, comían pasteles de lenguas de ruiseñor o de sesos de alondra. Las comidas eran tan abundantes que a mitad de ellas los comensales se retiraban al vomitorium, en donde, excitándose la garganta con plumas de pavo real, devolvían lo comido para poder así continuar comiendo.

Claro está que al lado de estos banquetazos la plebe comía lo que podía y se apuntaba a cualquier festejo en que se le repartiese pan, queso o las migajas que sobraban de los banquetes de los señores.

La papa y los alimentos americanos en Europa... ¿Cómo llegaron hasta los alemanes del Volga?

Los dos principales productos americanos importados a Europa tuvieron al principio poco éxito. El maíz fue adoptado como cultivo en España, Portugal e Italia. Los indios americanos, que adoraban el maíz, nunca lo comían solo, y lo utilizaban como complemento de un plato de carne, o lo guisaban junto a unas alubias, pimientos verdes y pescado -la receta original de la tarta de maíz tierno con alubias. Estos complementos proporcionaban las vitaminas que le faltaban al maíz. Los pobres que comían en Europa el maíz como si fuese trigo, sin acompañarlo de carne, empezaron a sufrir de la pelagra, «piel áspera», una enfermedad carencial producida por la falta de proteínas.

El maíz se hizo impopular, e incluso en 1847, cuando los irlandeses estaban muriéndose de hambre, se negaron a comerlo, llamándolo «azufre de Peel», pues era amarillo como el azufre, y Peel era a la sazón el primer ministro de Inglaterra. De hecho, el maíz fue despreciado en Europa, y sólo empezó a consumirse en cantidades significativas cuando los europeos adoptaron la costumbre americana de tomar cereales en el desayuno.

La papa, que había sido cultivada por los laboriosos agricultores incas en sus gélidos montes, tuvo un éxito casi instantáneo. Introducida en Inglaterra por Sir Walter Raleigh, fue implantada en la recién desarrollada colonia inglesa de Irlanda.

La verdad es que Gran Bretaña y la papa no se adecuaban demasiado bien. Comparada con el Perú, Gran Bretaña tiene un clima tan calido, que la única manera de cosecharlas es cultivándolas en las regiones más frías del país, Irlanda del Norte y Escocia. Llamada a desarrollarse en un clima mucho más caluroso del que había prescrito la naturaleza, la pap británica estaba expuesta a enfermedades que probablemente no le habrían afectado jamás en el altiplano andino. Además, los incas, que fueron los que iniciaron su cultivo, habían desarrollado un método infalible para conservarla, secándola en frío convirtiéndola en lo que ellos llamaban chuñu.

Existían poderosas razones para que los campesinos europeos, ya de por sí obstinados y recelosos, contemplasen a la papa con prevención y lo pensasen dos veces antes de adoptar su cultivo. Por lo tanto, su expansión al principio fue lenta. En Francia, Antoine-Auguste Parmentier, philosophe francés de siglo XVIII (y al que se le atribuye el invento de las papas fritas), intentó convencer a sus paisanos de que la papa no era venenosa. Sin embargo, Parmentier logró interesar al rey, y fue Luis XVI quien finalmente «engañó» a los campesinos para que cultivasen el nuevo tubérculo. Hizo que se sembrase un campo de papas en las mismas afueras de París, y puso una guardia de soldados alrededor de este campo real. Los campesinos se acercaron a curiosear, y se preguntaban cuál sería ese cultivo tan valioso que aconsejaba todas estas medidas de seguridad. Finalmente, cuando la cosecha estaba lista, el rey retiró la guardia nocturna, y esperó. Al cabo de poco tiempo, y por la noche, todas las papas fueron robadas y su desarrollo se puso en marcha.

En otra parte de Europa la papa prosperó mucho mejor. Federico el Grande la introdujo en Alemania, donde tuvo tal aceptación, que la guerra de sucesión bávara (1778-9) giraba en realidad en torno a quién había de controlar la cosecha de papa local. Los rusos también se contagiaron de esta moda, comprobando que el tubérculo se desarrollaba muy bien en sus frías estepas. Fue allí donde los alemanes del Volga incluyeron la papa en su alimentación cotidiana, transformándola en un producto básico de futuras comidas tradicionales.

Los principales datos históricos de esta investigación fueron tomados de la excelente obra de Carson I. A. Ritchie, titulada “La búsqueda de las especias”.

Para tener en cuenta:

Federico el Grande fue quien introdujo la papa en Alemania, donde tuvo tal aceptación, que la guerra de sucesión bávara (1778-9) giraba en realidad en torno a quién había de controlar la cosecha de papa local. Los rusos también se contagiaron de esta moda, comprobando que el tubérculo se desarrollaba muy bien en sus frías estepas. Fue allí donde los alemanes del Volga incluyeron la papa en su alimentación cotidiana, transformándola en un producto básico de futuras comidas tradicionales.

Mirar al pasado y decir en un suspiro…

 ¿Se acuerda, abuelo?

Por Julio Dornel

 

En el cofre de los recuerdos nos encontramos con algunas páginas que marcaron a fuego la época dorada de los abuelos, donde terminaban todas las reprimendas de los padres y cuya protección determinaba el término de “malcriados”. Cuántos rezongos paternales finalizaban entre los brazos de los abuelos cuando no se hacían los deberes o volvíamos de la calle con la ropa sucia después del “picado”. Abuelos que siempre estuvieron para cuidarnos, para protegernos y también para enseñarnos, mientras comenzábamos a formar nuestra adolescencia y construir los primeros sueños.

 

La imagen de los abuelos nos remite al pasado cuando fueron protagonistas y se pasaban la noche esperando el regreso de algún nieto trasnochado para que los padres no se enteraran. Hoy a la distancia y con el paso de los años, los vemos más frágiles y sensibles, con los recuerdos de un pasado lejano salpicado de charlas, anécdotas y travesuras. Fueron los abuelos quienes construyeron los primeros juguetes o la cuna de madera que luego pintaban de cualquier color sin tener en cuenta, porque no lo sabían, que el plomo era perjudicial para la salud. Ni soñábamos con el Nintendo, Playstation o juegos de video. Allí estaban los caballos de madera y los autos artesanales que fabricaba el abuelo sin tener en cuenta el cinturón de seguridad, pero con la seguridad de que eran portadores de la máxima felicidad a que se podía aspirar en aquellos años y que bastaba para espantar el aburrimiento.

Mientras los recuerdos fluyen van desfilando situaciones y costumbres que integraron el mundo mágico del siglo que se fue. Es posible que muchos recuerden con un dejo de nostalgia el auge que habían experimentado las tarjetas en las primeras décadas del siglo XX. ¿Se acuerda, abuelo? Era realmente un placer recibir aquellas tarjetas de Navidad, Año Nuevo, felicitaciones o alguna invitación con sabor familiar. El principal detalle de estas tarjetas y que determinaba las preferencias del público estaba relacionado con las combinaciones multicolores que adornaban su entorno y donde se estampaban las invitaciones y buenos deseos de sus remitentes. El “ boom” de las tarjetas se mantuvo hasta la década del 80, cuando las circunstancias económicas fueron mellando los afectos y los buenos deseos de los remitentes.

Como olvidar al abuelo campesino casi analfabeto que venía desde La Pampa para llevarnos a las vacaciones rurales. Durante la mañana recorría el campo en un caballo sin elegancia que había domesticado lentamente y sin apuro durante 5 años. En esa recorrida con una ternura de chiquilín iba recogiendo huevos de tero que escondía cerca del galpón para que pudiéramos encontrarlos sin mayores dificultades al caer la tarde. ¿Se acuerda, abuelo?

Que fácil era encontrar en los baúles, viejas cartas de amor que atestiguaban alguna relación sentimental no siempre cristalizada con el matrimonio. El sobre forrado con un costo superior, tenía otra presentación y como se dice ahora, otorgaba más “status” al remitente. En la actualidad resulta muy difícil recibir correspondencia, salvo alguna factura de las tarjetas de crédito. Lo primero que mirábamos al recibir el sobre era el nombre del remitente y luego el sello del correo con destacadas figuras de la historia, que comenzábamos a coleccionar por poco tiempo.

Era fácil encontrar viejas revistas entre las que podemos destacar ejemplares de Caras y Caretas, Patoruzú, el Gráfico, Billiken, la revista El Hogar con notables colaboraciones de Horacio Quiroga, tarjetas postales, fotografías de Gardel y jugadores de fútbol del cuadro preferido. ¿Se acuerda, abuelo?

Cómo no mencionar a los circos o parques de diversiones destartalados pero siempre bienvenidos, que se establecían en los baldíos con su magia de trotamundos. Eran la máxima diversión para los niños de la época

Por aquellos años se nacía, se moría y lo velaban en su propia casa. Hoy todo ha cambiado. Los que pueden nacen y mueren en el sanatorio, los otros nacen en los hospitales y mueren en algún hogar de ancianos, solos y olvidados... aunque el almanaque nos diga que un día, de un mes del año se conmemora el Día del Abuelo.

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 Desde el alma I

Abuelos

 Colaboración de

Eugenia Mildenbeier

 

Se durmieron con el siglo,

en la siesta del milenio sin edad.

Se escaparon para siempre de la vida,

con su carga de ternura y soledad.

 

Vida larga de abuelos olvidados

en oscuro rincón de la existencia.

En la esquina de la vida se han quedado

sufriendo en silencio, olvido y ausencia.

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Juegos de Siempre

Los niños han jugado a través de todos los tiempos y en todas las culturas

 

Papás, abuelos, maestros y adultos en general, somos los encargados de jugar esos juegos de cuando éramos chicos con las nuevas generaciones y transmitírselos como valor cultural, como eslabón entre conocimientos significativos, como posibilidad de estimular vínculos a través de actividades que nos reúnan y contribuyan a su desarrollo integral y porque no, al nuestro también.
Les proponemos sumarse a este espacio y generar en el intercambio un gran repaso de nuestra memoria colectiva, enviándonos aquellos juegos tradicionales o populares por los que sientan predilección o los que todavía no jugaron pero les encantaría, o los que juegan siempre y les resultan divertidos.

 

Tutti fruti

El Tutti frutti es un juego de lápiz y papel muy popular entre los niños/as.
Para jugar cada jugador tiene que dibujar una planilla rectangular con casillas. Las diferentes categorías en que se divide el juego se colocan horizontalmente en la parte superior. Las categorías elegidas pueden ser muy variadas (nombre propios, cosas, países y lugares, ropas, marcas, frutas y verduras, colores, comidas, etc.) tantas como se quiera, y todos tendrán las mismas y en el mismo orden. Y se coloca a la izquierda verticalmente la o las letras y a la derecha los puntos.

En cada ronda se elige una letra de distintas maneras, generalmente sorteándolas o recitando el abecedario uno de los jugadores en voz baja hasta que otro diga “basta”, tomando la letra en que se detuvo el recitado, y a partir de que se elige se debe completar cada una de las categorías con palabras que comiencen con la letra elegida.

Al completar la planilla, o cuando se cree que no se podrá completar más, hay que decir: "tutti fruti”, y todos deberán dejar de escribir. Si una palabra quedó incompleta no se completará ya ni se contará como válida.
El siguiente paso es la puntuación: Las palabras escritas en una categoría que no fue completada por otro jugador, tienen un valor de 20 puntos. Las palabras válidas escritas en una categoría y no repetidas por otro jugador, valen 10 puntos. Y las palabras repetidas por otro o varios jugadores valen 5 puntos.

Los que deseen sumarse a este espacio y generar o un repaso de nuestra memoria colectiva, enviándonos aquellos juegos tradicionales o populares por los que sientan predilección, pueden hacerlo vía correo electrónico a hilandorecuerdos@hotmail.com o por correo mediante carta dirigida a: Periódico Cultural Hilando recuerdos – Bartolomé Meier 1462 – 7541 - Pueblo Santa María – Provincia de Buenos Aires

 

Lecturas que leían los abuelos en la niñez

 El perro que perdió su hueso

 

El viejo perro sujetaba firmemente su grande y carnoso hueso entre las mandíbulas y empezó a cruzar el angosto puente que llevaba al otro lado del arroyo. No había llegado muy lejos cuando miró y vio lo que parecía ser otro perro en el agua, allá abajo. Y, cosa extraña, aquel perro también llevaba un enorme hueso.

No satisfecho con su excelente cena, el perro, que era voraz, decidió que podía, quizá, tener ambos huesos. Entonces, gruñó y lanzó un amenazador ladrido al perro del agua y, al hacerlo, dejó caer su propio hueso en el denso barro del fondo del arroyo. Cuando el hueso cayó, con un chapoteo, el segundo perro desapareció... porque, desde luego, sólo era un reflejo.

Melancólicamente, el pobre animal vio cómo se esfumaban los rizos del agua y luego, con el rabo entre las patas, volvió a su casa hambriento. Había soltado algo que era real, por tratar de conseguir lo que sólo era una sombra.

Para pensar

Palabras y versos

para hacerte pensar,

animales y objetos

para adivinar.

Volando en el aire
y besando las flores
se apaga su vida
de luz y colores.
(La mariposa)

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Con la primavera,
llega la viajera.
Su nido es de barro
y su cola, de tijera.
(La golondrina)

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Soy amiga de la luna,
soy enemiga del sol;
si viene la luz del día,
alzo mi luz y me voy.
(La luciérnaga)

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Para hablar mejor

Trabalenguas

Tengo un tío cajonero
que hace cajas y calajas
y cajitas y cajones.
Y al tirar de los cordones
salen cajas y calajas
y cajitas y cajones.

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Pueblo Santa Trinidad

 Capítulo XCII

 

Enlace matrimonial de Silvia Fuentes y Facundo Lindner. Los acompañan Lucía Lindner, Enrique Lindner y Leandro Lindner. (Gentileza de Lucía de Lindner).

 

Recuerdo del día en que Facundo Lindner cumplió dos años. Junto a él están: Norma Klobertanz, Lucía Lindner y Isabel Klobertanz, entre otros. (Gentileza de Lucía de Lindner).

 

Qué lindo recuerdo de esta fiesta en la que estaban reunidos: Adultos: Ricardo Werbag, Horacio Scheffer, Jorge Scheffer, José Heinrich, Horacio Heinrich, “Lito” Peckerle, Ricardo Schwab, José Werbag, Eustaquio Melchior. Niños: Nancy Melchior y Raúl Werbag. (Gentileza de Ester Martel).

 

Recuerdo del día en que Ricardo Werbag celebró sus 20 años. Lo acompañaban sus amigas: Irene y María De Bernardi y Alicia Scheffer. (Gentileza de Ester Martel).

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Anécdota uno: El “viva la pepa” de los concejales

El hilo se corta por lo más delgado

Cuenta la historia que el concejo deliberante de un distrito en el que hay una colonia de alemanes del Volga donde antaño funcionaba un depósito de chatarra municipal abandonado, decide tomar “cartas en el asunto” para crear el puesto de sereno con el fin de resguardar los bienes públicos, sin tener en cuenta la maquinaria burocrática que esta simple idea pone en marcha. Una anécdota que sucedió hace varios años y que sin embargo, no deja de sorprender porque, todavía hoy, más de veinte años después, todo sigue igual. No sólo en ese distrito sino en la Argentina toda, donde se continúan poniendo en vigencia reglamentaciones y leyes que rozan el ridículo.

 

Cuentan los rumores periodísticos que, en una colonia de alemanes del Volga en la que el gobierno municipal del distrito establecido en la ciudad cabecera del partido, poseía un depósito de chatarra donde iban a parar los coches que se incautaban a conductores que violaban las ordenanzas o intervenían en accidentes de tránsito en los que los automóviles quedaban inservibles, los concejales comenzaron a preocuparse porque estaba a merced de quien quisiera ingresar en él y llevarse lo que se le venga en gana.

Fue así que se reunieron en sesión extraordinaria para tratar este único punto dentro del orden del día. Sosteniendo como argumento que “El gobierno municipal, es decir, el pueblo, a quien en definitiva representa, es dueño de un depósito de chatarra en una de las localidad del interior del distrito. El mismo se encuentra en un baldío, a cielo abierto, sin ningún tipo de control ni vigilancia. Cualquiera puede ingresar y llevarse lo que se le antoje”.

De común acuerdo, decidieron crear el puesto de Sereno y contrataron a una persona para el trabajo.

Con el correr de los días no se sintieron satisfechos con lo hecho. Volvieron a reunirse para responder a la pregunta “¿Cómo puede hacer el sereno su trabajo sin capacitación?”. Entonces crearon un área de planeamiento y tomaron dos personas, una para escribir las instrucciones y otra para efectuar estudios de tiempo.

Tampoco quedaron contentos con esta nueva determinación. Por lo que volvieron a reunirse para encontrar una respuesta a la pregunta “¿Cómo vamos a saber que el sereno está realizando sus tareas correctamente?". Entonces crearon el Departamento de Control de Calidad y contrataron dos personas: una para realizar los estudios y otra para escribir los reportes.

Transcurridos unos días un concejal se preguntó “¿Cómo va a cobrar su sueldo toda esta gente?". Entonces los concejales crearon los siguientes puestos: Controlador de Horarios y Pagador de Sueldos. Y contrataron dos personas más.

Todavía no satisfechos con su abnegada labor, decidieron mejorar la “idea” y para ello se preguntaron: ¿"Quién va a llevar la administración contable de toda esta gente?". Entonces crearon un área administrativa y contrataron a tres personas: un contador, un asistente y una secretaria.

Finalmente, después de tantas decisiones “acertadas”, los concejales en una sesión extraordinaria convocada a los efectos, opinaron que: "Tenemos un depósito de chatarra en funcionamiento desde hace un año y estamos $180.000 por encima del presupuesto. Debemos recortar gastos".

Entonces echaron al sereno.

 

Anécdota dos: ¿Cómo se hace para encontrar a la mujer ideal?

 Las mujeres von Feder Joseph

 

Cuenta don José que “cuando tenía 14 años, esperaba algún día tener una novia.
Cuando tuve 16 tuve una novia, pero no había pasión. Entonces decidí que necesitaba una mujer apasionada, con ganas de vivir.

“Entonces salí con una mujer apasionada, pero era demasiado emocional. Todo era una emergencia, era la reina de los dramas, lloraba todo el tiempo y amenazaba con suicidarse. Entonces decidí que necesitaba una mujer estable.

“Cuando tuve 25 años encontré una mujer muy estable, pero aburrida. Era totalmente predecible y nunca la excitaba nada. La vida se hizo tan plomiza que decidí que necesitaba una mujer más emocionante.

“A los 28 encontré una mujer excitante, pero no pude seguir su ritmo. Iba de un lado a otro sin detenerse en nada. Hacía cosas impetuosas y coqueteaba con cualquiera que se le cruzara. Me hizo tan miserable como feliz. De entrada fue divertido y energizante, pero sin futuro. Entonces decidí buscar una mujer con alguna ambición.

“Cuando llegué a los 31, encontré una chica inteligente, ambiciosa y con los pies sobre la tierra. Decidí casarme. Era tan ambiciosa que me pidió el divorcio y se quedó con todo lo que yo tenía”.

Anécdota tres: El hombre que murió acompañado

El carpintero de la colonia

 

- ¿Supiste que falleció el carpintero de la colonia? –preguntó don Luis a Ricardo, cuando estaban sentados junto a la cocina a leña leyendo el antiguo y hoy desaparecido diario El Imparcial de Coronel Suárez.
- Sí, pero quisiera saber quién fue el que falleció con él.
- ¿Por qué decís eso?

- ¿No leíste el aviso de defunción que publicó el diario? Allí dice: "...y con él se fue un gran colaborador de la parroquia".

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Cuando los abuelos se enamoran

 

Esta es la historia de un amor

 

 

Él, un hombre solo, aventurero y lleno de ganas de vivir, que partió de las colonias buscando forjar su destino allende el mar, en las riberas de una ciudad atlántica de la Argentina, donde, con trabajo y esfuerzo, logró cierta posición económica y una existencia libre de problemas económicos. Ella, una mujer preciosa, que también un día dejó las colonias, caminando por las calles de la misma ciudad ubicada allende el mar, necesitando un cambio en su vida, sola, después de tantos años de estar lejos de sus seres queridos sin haber consigo nada, sin haberse dado cuenta de las inmensas ganas que tenía de ser feliz. Él tiene setenta y cinco y ella acaba de cumplir sesenta y ocho.

Se encontraron un día cualquiera, a orillas del mar, con el sol dibujando un bello atardecer, pintando el horizonte de colores de ensueño. Se miraron y fue como si ambos resucitaran a la vida después de tantos pero tantos años de soledad, de buscar no sabían qué.

Él la atrajo con su encanto. Ella lo cautivó con su simpatía. Se enredaron en recuerdos de sus lugares de origen y concluyeron que los dos eran de las colonias de Coronel Suárez. Rememoraron los mismos lugares comunes de la niñez. Los mismos juegos tradicionales, las mismas costumbres, las mismas comidas alemanas… Y se deleitaron con sabores borrados por el tiempo y el olvido. La brisa del pasado los unió con su magia.

Así comenzó una historia de amor. Una historia como las que se inician todos los días a lo largo y ancho del mundo. Él se llama Ricardo Schwab y ella María Leonhard.

Y pasaron los días…

Ella lo esperaba con ansias, sabía que llegaría a su encuentro, como cada día, como cada noche. Empezó a fluir el amor, puro, sincero, y porque sobre todo verdadero, por que aquí no habían rostros, no había cuerpos, sólo había palabras y sentimientos, y eso bastaba para sentir que sus vidas tenían un mismo destino.

Se enamoraron de la forma más tierna y dulce…

Ella lo fue enamorando poco a poco, con su simpleza, con su ternura, con cariño. Él la protegía, la acompañaba, la hacía sentir aquellas cosas lindas que ella desconocía.

Ella empezó a amarlo profundamente. A sentir que él era el hombre que había esperado desde su adolescencia, que lo quería a su lado, para continuar su vida.

Él, sentía que ella, su linda María, era la mujer con quien deseaba compartir su mundo, que sería la mejor compañía que podía desear.

Así, lentamente, se fueron dando cuenta que se necesitaban, que eran el uno para el otro, que se estaban enamorando, y poco a poco fue surgiendo lo mas tierno: comprendieron que se deseaban.

Hoy, cinco años después, aún están juntos. Se aman intensamente como el primer día. Se adoran y se profesan un amor inmenso. Comparten sueños y el, poco o mucho tiempo que todavía les aguarda: una casa, una existencia en común… la felicidad de estar juntos.

Ellos, Ricardo y María, viven en la gloria de la alegría y la dicha, bendecidos por la vida, por haberle ganado a la soledad.

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Desde el alma II

No me prometas

No me prometas castillos
ni me enseñes futuros.
Sólo déjame disfrutar ahora,
porque ahora es cuando te necesito.
Mañana puede ser tarde.
Dame ahora tu querer,
entrégame ahora tu amor.