Página 8
Y se va la casa de…
"…mis queridos abuelos"
Colaboración de Esteban Schmidt
El presente de hoy está hecho, entre otras cosas, de pequeños y gratos recuerdos de instantes pasados. Todo niño tiene infinitas imágenes de otros tiempos y yo como todos mis hermanos y primos guardamos de las colonias los mejores recuerdos. Todos ellos vividos, comidos, dormidos, bailados, festejados y llorados en la casa de nuestros abuelos.
Una casa que se llenaba de alegría en el mes de diciembre, cuando terminaban las clases… Y se llenaba de barullo, de gritos, de corridas. Una cocina que era enorme pero en donde nunca había lugar para pasar, porque mi abuela preparaba infinidad de platos alemanes, rodeada de una familia, la nuestra, de otra familia, la de mis tíos, de otra familia, la de mis tías, en fin: un maravilloso "vivir en familia". En resumen: un gran y hermoso lío.
Hoy pienso en que distinto el tipo de vida que vivieron ellos que llegaron del Volga, de allá lejos en Rusia, con nada, y el tipo de vida que nos dieron después de una existencia de esfuerzos para ser mejores, para hacernos una familia y para conseguir un ideal: “Hacer la América”. Ese esfuerzo no se ve cuando uno es un niño pero que por suerte para todos, o muchos, crecemos.
Y un día mi abuelo, porque la casa quedaba demasiado chica, le dice a mi madre: voy a comprar el terreno de al lado y te voy a hacer una casa para que estés junto a nosotros.
Y después de construida la casa compra el terreno lindante que da al fondo y construye más casas para sus otros hijos.
Y con los años mi abuelo y mi abuela pasan a mejor vida, sucesiones: ¡Esto es mío! ¡Esto es tuyo. Y la casa de mis abuelos queda para dos tías, deciden los dos tíos, sus esposos.
Dos años con un horrible cartel: En Venta. ¡Cómo puede ser! ¿No hay alguna otra mejor alternativa que vender lo que con tanto sacrificio y placer al abuelo le costó construir y mantener? ¿En dónde quedan los recuerdos, los momentos vividos, los gritos del abuelo desde el jardín llamando: “¡Agnes! (por Inés, mi abuela) ¿Qué hace ahí en la pieza que no prepara la comida para los chicos?”. Y la abuela dejaba lo que estaba haciendo en el cuarto y se ponía a cocinar. ¡Y la casa está, ahora, en venta! ¿No hay un corazón, un cachito de sentimiento que los haga recapacitar? No, la casa está. ¡Inventa!
Y un día de septiembre, creo, sacan el cartel porque la casa de mis abuelos se había vendido. Resignación. Realidad ante lo inevitable. Ajustar los sentimientos a Derecho. Lo que no es mío no es mío. Y lo que es mío, jamás, nadie, me lo va a poder sacar, porque lo llevo profundamente grabado en el corazón: mis abuelos, la "casa de las colonias", los veranos en familia, etc. Es sin lugar a dudas lo que hace a un presente feliz, y seguro.
Y un día de verano gente nueva comienza a entrar y salir de la casa. Me acerco para darles la bienvenida a la colonia, para felicitarlos por comprar una casa tan linda, y para invitarlos a tomar mate a casa de mi tía, donde me hospedo ahora cuando regreso en verano, durante mis vacaciones. Si necesitan cualquier cosa: ¡por favor! no duden en llamarme. Cosas básicas de un buen vecino.
Un domingo, desde el jardín, a través del cerco, veo que mi vecino está en la que fue la habitación de mis abuelos tratando de arreglar los enganches de metal de la persiana. Y como no lo logra, decide cambiarlas. Así es como comienza cambiando las ventanas, luego las puertas… y después modifica su interior, transformando totalmente la casa de mis abuelos. Mientras mi corazón se desangra observando como mi pasado va cayendo bajo la piqueta de los albañiles, borrando mi ayer que, gracias a Dios, sobrevive en mi memoria.
0 comentarios