Recuerdos de un tiempo que se fue
La yerra (1867)
Por Wilfredo Latham
La marcación del ganado es un gran tiempo: los mayordomos y capataces de las estancias vecinas, reciben aviso para que vengan, si quieren, a apartar los animales de la marca de sus patrones, que podrían haberse descarriado o mezclado. Los peones de la estancia están montados en sus magníficos caballos; el ganado es arreado a los corrales de la estancia, y hay hecha una gran fogata de huesos de vaca donde se calientan las marcas.
Se examinan las cinchas y recados, se arreglan, si no están muy bien, lo que es muy importante, pues sobre la cincha y recado pesa la fuerza del trabajo. Los lazos, ya preparados, están en la mano. El grupo es pintoresco. El ganado en los corrales, las grandes fogatas afuera, la densa humareda rodando ondulante por la llanura, los grupos de muchachos y hombres junto al fuego, los fogoneros y los marcadores medio envueltos entre el humo, y en perpetua alerta para trepar los postes del corral en caso de peligro; y, para completar el cuadro, veinticinco o treinta jinetes, desnudos de todo superflua vestimenta, con pañuelos de colores atados fuertemente en la cabeza, muchas y brillantes camisas, chiripaes de todos colores, punzó, azul, verde y blanco, y los mayordomos y capataces contemplando las faenas, distinguiéndose por el hermoso jaez de sus caballos y sus enormes espuelas de plata.
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