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Anécdota I: Sucedió en la década del sesenta
¿Qué pasó con el cucharón grande de plata para servir la sopa?
José Luis vivía con Clara en un departamento en Bahía Blanca, donde ambos se habían mudado para estudiar en la universidad. Ni los familiares de José Luis, ni los habitantes de la colonia que, como sabemos, enseguida echan a volar comentarios maliciosos ante cualquier situación dudosa a ojos de la moral pública, podían insinuar, aunque todos sospechasen lo contrario, que los dos amigos sólo compartían departamento y nada más.
Absolutamente nadie pudo comprobar otra cosa jamás. Ni los amigos ni los familiares que iban a visitarlos.
Un día, José Luis, cansado de estos rumores maliciosos, invita a su madre a Bahía Blanca.
Durante la cena del reencuentro, la madre no pudo dejar de observar lo bonita que era Clara, la compañera de departamento de su hijo. Rubia y de ojos celestes, era hermosa. Ella siempre había tenido sospechas de que su hijo mantenía una relación con Clara y al verlos cenando juntos no hizo más que confirmar sus dudas.
En el trascurso de la cena, mientras veía el modo en que los dos compañeros de estudio se comportaban, se preguntó, no sin cierto espanto, en que pensaría la gente de la colonia si se entera que su hijo y Clara mantenían una relación clandestina… Y qué diría el sacerdote si lo supiera.
José Luis, intuyendo el pensamiento de su madre, le dijo:
-Mamá, sé lo que estás pensando; pero te aseguro que entre Clara y yo no pasa absolutamente nada. Solamente compartimos el departamento y somos muy buenos amigos. Y para demostrártelo, te invito a que te quedes unos días con nosotros. Tu ayuda nos vendrá muy bien, porque durante las próximas clases no tendremos tiempo para nada. Tenemos mucho para estudiar. Apenas pasaremos las noches en casa. Y tú podrás prepararnos las cenas y los almuerzos.
La madre aceptó encantada. Quería estar cerca de su hijo. Lo extrañaba mucho. Además era viuda y en la colonia no la esperaba nadie.
Así transcurrieron los días y concluida la estadía, la madre regresó a su hogar. Semanas después, Clara le comentó a José Luis que desde el día en que su madre vino a instalarse en el departamento, no encontraba el cucharón grande de plata para servir la sopa. José Luis le contestó que, conociendo a su madre, dudaba mucho que se lo hubiese llevado. Pero le prometió que le escribiría una carta para preguntarle si ella sabía algo al respecto.
Tratando de no herir la susceptibilidad de su madre, José Luis le escribe las siguientes líneas:
"Querida mamá: No estoy diciendo que te hayas robado el cucharón grande de plata; pero sucede que desde que estuviste aquí desapareció de mi departamento. Con todo cariño. José Luis”.
La respuesta no tarda en llegar:
"Querido hijo: No estoy insinuando que te acuestas con Clara manteniendo una relación moralmente incorrecta; pero sucede que si Clara se acostara en su cama ya habría encontrado el cucharón grande de plata para servir la sopa, que yo puse bajo sus sábanas. Con todo cariño. Mamá”.
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Anécdota II: ¡Así gasta cualquiera!
Un sacerdote inteligente
Un domingo del mes de marzo de la década del cincuenta, el cura de la colonia se sube al púlpito a predicar. Concluido su sermón, les comunica a los fieles:
-Tengo una buena noticia y una mala noticia. La buena es que tenemos suficiente dinero para pagar las deudas que la parroquia ha adquirido para realizar algunas reformas en el altar mayor. La mala es que todavía está en sus bolsillos.
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