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hilando recuerdos

Edición Nº36 (Agosto de 2009)

 

Omar Stremel y Marcelo Stremel (Gentileza de Omar Stremel).

 

Celebración de los cinco años de Claudia Reser. Junto a ella, compartiendo tan feliz momento, sus queridos abuelos: Paulina Schroh y Miguel Meier (Gentileza de Claudia Reser).

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Esta obra, escrita por Vanesa Soledad Haffner, recrea con profundo sentimiento la vida de una mujer que dejó su impronta en las colonias. La autora logra plasmar y describir con sapiencia y lucidez el sentimiento que le embarga el corazón al recordar a Doña Celestina, una bella persona que nos dijo adiós pero no se fue para siempre, porque nos dejó su alma trocada en hermosos recuerdos, como los que describe Vanesa en esta entrañable historia que todos debemos leer para no olvidar a nuestros ancestros.

 

Recuerdo de un ser especial

La sabiduría de las manos

Por Vanesa Soledad Haffner

Cuando el sol de la mañana recién se eleva unos centímetros del horizonte, ella perfila su sinuosa figura y esperanzada emprende la tarea.

En su mundo de ama de casa, sonríe, disfruta de su lugar, busca un delantal, una gran colección de diseños propios la aguarda…

Las sus manos en una pequeña vasija, limpia su corazón desahogándose con lo que más le agrada: cocina.

En una pequeña mesa de pino, desgastada, forma el bollo: harina, levadura, huevos, una pizca de ilusión, tarareando alguna canción que repetiría una y otra vez, comienza a estirar su humanidad: con sus manos arrugadas por los años y con la fortaleza de su espíritu amasa la vida.

Y en tan noble tarea, colaboraban sus pequeños hijos, trayendo hojas de eucalipto, ramas finitas, para prender el fuego.

Doña Celestina se dirige al horno, enciende el fuego para calentar aquel horno de barro semejante a un caparazón, y en el centro una puerta de hierro por donde se introducía con ayuda de una pala de largo mango todas las masas a cocinar.

Ella en cada horneada siente realizada su tarea… Como buena cocinera mira su creación culinaria y sonríe como aprobando su trabajo.

“Su universo es una masa que viene y va, y con pequeños golpecitos la hacía trabajar”.

Largas horas de espera, aguarda sentada en un algún rincón, controlando la temperatura y agregándole leña al fuego, para que este no se apague.

Meditaba mientras susurraba, cuántas mañanas realizando el alimento para su familia con gran orgullo, pero con un enorme cansancio que llevaba en el alma.

Una vez terminada su labor, compartían en una gran mesa todas las exquisiteces que en aquel horno de barro había cocinado.

Día tras día, Celestina amasaba la vida, no sólo para consumo propio sino también para sus amigos y vecinos.

A veces hacía trueque por alguna cosita que le faltara, huevos, verduras… por un rico pan casero o una torta alemana recién horneada.

Nadie quería perderse de probar sus delicias; el viento de la mañana era el difamador de que el horno de “Tina” estaba funcionando, barriendo el sabroso aroma por toda la colonia.

Una buena excusa era ir a curarse el “empacho”, que ella con un hilo y sus manos curaba, sabiendo que serían invitados a probar alguna porción: la casa de “Tina” siempre estaba llena de gente.

De alma generosa, corazón aniñado, mirada de mujer melancólica, comprensiva, buena amiga, mejor madre…

Hija de padres ruso alemanes que llegaron a estas tierras en el barco de la esperanza.

Creada con un pilar de valores que personificaron su vida en la solidaridad y el amor fraterno.

Dura fue su infancia, de trabajo forzado, de tristezas olvidadas y sueños truncados.

Aún así, luchaba día a día, sosteniendo a sus padres, con la ilusión de un mañana mejor.

Conoció el amor y todo cambió: formó una familia y el gran sueño de su vida se concretó.

Largos e interminables días, noches y mañanas con una quietud lacerante que aquietaba hasta sus manos, fueron cerrando sus ojos en una húmeda mirada.

Vive en el viento como un ángel sin alas, mirándonos desde el cielo, guiando nuestros días.

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Fotografías de Pueblo San José

 Capítulo CXI

 

Enlace matrimonial de los esposos Susana Polak y Daniel Sauer. Padrinos: Nancy Sauer y José María Roth (Gentileza de Susana Polak).

 

Jacobo Duckardt, José Duckardt, Atilio Duckardt, María Dreser, José Duckardt, Emilio Laumann y Juana Catalina Duckardt (Gentileza de Josefa Duckardt).

 

Atilio Duckardt, Josefa Duckardt, Juana Duckardt, Jacobo Duckardt, Hna. Toribia, Estela Duckardt y María Dreser (Gentileza de Josefa Duckardt).

 

1970. Fiesta de casamiento de los esposos Carmen Frank y Carlos Diel. Acompañado de Marcelo Frank y demás familiares (Gentileza de Lidia Ming).

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Historias de vida que nos deben enorgullecer como descendientes de alemanes del Volga

El espíritu de un pionero y un luchador incansable

Por Darío Eduardo Goenaga

Los Masson llegaron a la Argentina dispuestos a cambiar la vida que llevaban en Rusia. Aquí encararon diversas actividades productivas como la pesca, la agricultura y la venta de frutas. Llevado por distintas circunstancias y sus ganas de aprender, Anselmo terminó entre "los fierros".

Anselmo Masson se toma un descanso. Se sienta sobre un robusto tronco que ha hecho las veces de asiento durante años y se toca dos veces la espesa barba rubia antes de iniciar la conversación. Pausada y lentamente comienza a rearmar los duros comienzos de sus ancestros en territorio argentino. Desciende de los alemanes del Volga, un pueblo con una historia tan rica como traumática, un pueblo de inmigrantes cuyos descendientes en nuestro país superan el millón.

 

"Por lo que nos contaron en el ámbito familiar, los Masson entraron a la Argentina alrededor del año 1870. Eran tres hermanos que formaban parte de los alemanes que vivían junto al río Volga, en la estepa rusa. Aparentemente uno de ellos fue a Entre Ríos, otro para la provincia de La Pampa (dicen que Tomás Masson, un hijo suyo, fue el fundador de Santa Rosa) y el restante se radicó en colonia Hinojo, cerca de Olavarría, Buenos Aires. De allí la familia se fue ampliando y algunos de sus descendientes llegaron hasta el valle del Colorado", comienza su relato Anselmo.

Su abuelo José Masson llegó en 1925 a la zona de Cabildo, con un buen capital de trabajo, un camión, una tropilla propia, arado, cosechadora y trilladora de vapor. Allí construyó una numerosa familia, con once hijos.

Mientras enhebra los tramos de la historia familiar, nuestro entrevistado recuerda que "mi abuela nació en el barco que venía para la Argentina. Fue en aguas internacionales. No sé qué bandera tenía el barco, pero cuando llegaron al puerto la asentaron como argentina".

Siguiendo el derrotero de la producción, se instalaron cerca de Patagones, en Cagliero, para trabajar un campo. Traían consigo un camión cero kilómetro y una tropilla de 60 caballos. Sin embargo la suerte -y especialmente el clima- les fue esquiva. "Durante siete años trabajaron muchísimo pero en ese lapso no cosecharon una semilla. Tuvieron que vender casi todo para afrontar las deudas contraídas. Mi abuelo se enfermó y falleció joven, a los 44 años", cuenta Anselmo.

Por entonces su padre, Agustín, tenía 17 años y se quedó al frente del perimido campo por tres o cuatro años más. Logró pagar las deudas que quedaban pero luego, cansado quizá de una lucha en la cual tenía pocas chances de ganar, alquiló el campo y se dedicó a la pesca artesanal. Durante cinco años ‘cabalgó’ las olas del Atlántico en una pequeña lancha de 15 metros. Recién sobre el final estuvo en un barquito de 40 metros, aunque siempre como pescador. Mientras sostenía el duro oficio de cosechar peces en el mar conoció a Rosa Schenfeld, con quien se casó en 1949. Tras contraer matrimonio decidió no subirse más a los botes y su figura ya no se reflejó en los distorsionados espejos del mar.

En tierra firme

"Con lo que sacó papá de la pesca compró un camión Morris cero kilómetro y durante dos años trabajó para el mismo agenciero que le vendió el vehículo. Se dedicaba a llevar fruta hacia el sur del país. Después lo vendió, porque una parte era del hermano, y con la parte que le tocó compró un Dodge del año’28".

Otra vez armó las valijas y emprendió la marcha hacia el norte. Le habían comentado las virtudes del valle del Colorado y decidió comprobarlo por sí mismo.

Consiguió un lugar en el campo que era de Rufino Álvarez, en el lote 24, cera del paraje Pichi Mahuida. "Yo tenía un año y medio. No le fue bien y entonces nos instalamos en la Colonia Juliá y Echarren, que recién estaba surgiendo: como peón de trabajos varios en la chacra de Salvarezza, después como medianero o habilitado en la chacra de los sucesores de Tesei por cuatro años y más tarde, y por dos años, chofer con Lértora, transportando fruta de Choele y Río Colorado hacia Bahía Blanca".

Agotado de vencer distancias a bordo de su camión, volvió como encargado a la chacra de Lértora, donde tenía un porcentaje de la producción. "Yo estuve en la chacra hasta los 12 ó 13 años. Con mi hermano Bautista ayudábamos a cosechar; también con mi hermana Angélica. Entre todos hacíamos varios cajones, unos 60 ó 70 por día. Yo manejaba el tractor; por entonces se curaba a manguera", cuenta Anselmo.

Haciendo memoria se detiene en un tramo de la historia más denso, oscuro y que, por lo que transmite su cara mientras lo cuenta, sin dudas resultó ser uno de los peores que debió soportar junto a su padre.

Sin ahondar en detalles relata que en 1963 compró el boliche El Cruce, ubicado en el fondo de la colonia. Compartía el negocio con un hermano, aunque luego éste se fue y Agustín quedó a cargo del local. Según relata Anselmo, no había noche sin peleas y revueltas, que se sucedían una tras otra entre parroquianos que encontraban en el alcohol y la trifulca la peligrosa terapia de los solitarios belicosos.

Tras aguantar un tiempo demasiado largo los ojos de su hijo Anselmo, Agustín se desprendió del bar y se instaló en el taller junto a su hijo para trabajar como herrero. Trajo consigo la bigornia de su abuelo, que aún hoy forma parte de los bienes de uso de Anselmo. Allí se quedó durante 25 años hasta que la muerte le puso límite a su extensa cadena de emprendimientos laborales.

Atraído por los “fierros”

"Siempre me gustaron los fierros", confiesa Anselmo, y esa frase lo pinta de cuerpo entero. La afición que tuvo desde muy chico se transformó en su medio de vida y desde su taller contribuyó al desarrollo y actualización de los implementos agrícolas.

Anselmo se encarga de contar cómo se sumergió en el mundo de "los fierros" para nunca más salir. "Cuando falleció el hermano mayor de mi viejo, que vivía en la zona de Valcheta, quedaron dos camioncitos y una cupé Chevrolet ‘29 que trajeron a Río Colorado para vender. Entonces el rato en que no estudiaba, les echaba mano a esos rodados y poco a poco fui conociendo y queriendo más y más este oficio", explica.

Cuando terminó la escuela, su idea fue seguir Ingeniería Mecánica o una carrera afín, pero su hermano también pretendía estudiar y para los dos no alcanzaba. "Es cierto. Yo finalmente me recibí de maestro, pero no ejercí nunca", confiesa. El implacable imán de la mecánica lo atrajo para siempre y lo llevó a vivir buena parte del día dentro de un taller.

"En una oportunidad vinieron Ferroni y Pasoni a verme porque necesitaban instalar la parte eléctrica de una máquina en la Cooperativa de Productores. Lo cierto es que yo en la electricidad de autos me estaba defendiendo, pero en trifásica no sabía nada. Pero prácticamente me obligaron a hacerlo porque no había nadie en la colonia que pudiera. En realidad no había otro y bueno, me animé. En seis o siete años estaba atendiendo a todos los galpones en su parte eléctrica. En el camino encontré a mucha gente que me ayudó y que me enseñó algo: eso debo agradecerlo sinceramente", afirma.

Apunten los cañones

En ese contexto, vale decir que años atrás Anselmo protagonizó un movimiento para lograr una defensa activa frente a las continuas tormentas de granizo que destruían las cosechas de frutales.

Junto a un grupo de chacareros impulsó la puesta en marcha de los cañones antigranizo. Incluso construyó los primeros cinco aparatos en su taller, ubicado en el corazón de Colonia Juliá y Echarren. Tras innumerables viajes, análisis y diseños a prueba y error, confluyeron en una defensa integral que desde hace varios años viene dando resultados satisfactorios.

En la actualidad Anselmo está embarcado en un nuevo proyecto que podría sumar eficiencia y reducir costos en las tareas culturales de las chacras: trabaja en el desarrollo de una máquina de curar automotriz que está en la etapa de diseño y que pretende plasmar en un prototipo durante el 2009. "Habría que cambiar el concepto de cura. En la colonia se está usando desde hace 45 años el mismo sistema, con pulverizadoras con mucho viento. Las innovaciones consistieron en sumar más viento, más fuerza y más agua. De 1.000 litros que se utilizaban antes por hectárea, ahora estamos en 3.000 litros. Cuando pasa la máquina se observa que la fruta y la hoja tienen una gota en la punta inferior. Se está tirando demasiado remedio", diagnostica.

"Pretendo hacer una máquina con menos turbulencia pero más alcance, con picos pulverizadores que hagan una neblina, con baja presión. Hay que aclarar que el método en cuestión es para el sistema de conducción tipo espaldera, no para monte abierto", especifica.

Tras explicar su nuevo desafío, Anselmo vuelve al mundo de sus "fierros", a su taller, que es un verdadero punto de referencia en Colonia Juliá y Echarren.

Anselmo comparte la vida cotidiana con su compañera Mabel Miranda y dos hijas de 17 y 15 años.

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En la cocina además de comer, se charla, se hacen proyectos, se cuentan los problemas, se festejan las cosas buenas de la vida, se discuten ideas, escuchamos a los amigos (mate de por medio) contar sus penas y alegrías.

La fiambrería alemana

La fiambrería alemana es excelente, destacándose cada región por sus especialidades. En Westfalia son muy apreciados los jamones ahumados y en Hessen se inclinan por la morcilla asada con abundante cebolla y puré de papas.

Antiguamente, lo habitual de la clase media alemana, era consumir varias comidas diarias. Comenzaban con el desayuno (Frühstück) muy completo. A media mañana (Frühschoppen) se dejaban tentar con salchichas, arenques, pan negro y una buena jarra de cerveza. Actualmente, esta costumbre casi pantagruélica, ha sido abandonada. Sin embargo, la comida que se sirve al mediodía (Mittagessen) sigue siendo generosa: sopa, carne, verduras y postre. No se desdeña la merienda (Brotzeit) y se termina la jornada con una cena (Abendbrot - el pan de la noche), que por lo general es liviana.

Este es el motivo por el cual los alemanes son famosos por sus sandwiches o bocadillos (belegte Brote) que suelen ser tan variados como los Smörrebröds escandinavos.

En el mar del Norte, el Báltico y todos sus ríos, existen pescados de calidad. Hay buenos salmones, truchas, carpas, etc. pero el arenque (Hering) - marinado o ahumado - ocupa un lugar respetado dentro de la gastronomía alemana. El tradicional Rollmops - arenque macerado en agua, vinagre, eneldo (Dill), granos de pimienta, con un trozo de cebolla y pepinillo (Gewürzgurke) - por lo general se sirve cubierto con abundante crema. Las ensaladas de arenque son sabrosísimas y una de ellas también es muy conocida entre los aficionados al alcohol, el "Desayuno antiresaca" o Katerfrühstück.

Continuando con nuestro tour gastronómico, en Bremen, por ejemplo, el pollo al curry se roba todos los paladares. En Hamburgo, las costillitas de cerdo rellenas con papas, manzanas y ron van a la cabeza. En Berlín, por supuesto, chucrut con carré de cerdo y puré de arvejas. Los Spätzle de Suabia son tan típicos en la cocina alemana como el arroz en la española.

Continuando con este apetitoso itinerario es menester señalar que en todo el país se come una gran variedad de Schnitzel. ¿En qué consiste este plato? Los Schnitzel no son ni más ni menos que nuestras típicas milanesas, pasadas por harina, huevo y pan rallado. Aunque, no las acompañan con puré ni papas fritas, sino cubiertas con ajíes o champiñones a la crema.

Es también noble la enorme cantidad de sopas frías y calientes que proponen sus recetarios, algunas sumamente originales que incluyen incluso frutas. Son especialistas en la preparación de ensaladas, calientes y frías, de legumbres con panceta, con manzanas, carnes, papas, pepinillos en vinagre o con granos de mostaza, alcaparras, etc. etc.

Pero los alemanes también tienen un amplio y variado recetario con infinitas propuestas a base de papas - la infaltable Kartoffel - así como panqueques y huevo. ¿Todavía no se animó a probar los fantásticos bollitos de papas (Kartoffelklösse) o Crêpes de papa rallada (Kartoffelpuffer) y sus variantes? Un mundo de sabores que requiere bebidas bien frías.

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Fábulas argentinas

El carnero filósofo

Por Godofredo Daireaux

Un carnero, viendo cuánto bien producía a la gente ovejuna su modo de vivir en sociedad, quiso generalizar el sistema y reformar en ese sentido las costumbres de todos los animales. Trató, por una propaganda incansable, de juntarlos en una sola familia, demostrándoles que para todos sería de gran provecho.

Empezó por querer asociar a todos los pájaros con las aves; pero pronto vio cuán difícil le sería casar al avestruz con la gallina.

Y cuando trató de juntar a los cuadrúpedos entre sí, y a éstos con la gente que vuela, fue peor; pues cada uno tenía sus costumbres y sus mañas, andando ligero unos y otros despacio; volando, caminando o nadando; comiendo carne o comiendo pasto; éstos bien vestidos, aquéllos desnudos; unos con dos patas, otros con cuatro; acostumbrados algunos a no llevar cola, y muchos queriéndola conservar; los pájaros queriendo imponer la pluma a todos, y los cuadrúpedos el pelo.

Hasta hubo grandes riñas, por haber nacido vivos, fuertes y bien parecidos unos cuantos, y no querer ellos volverse tontos, débiles y feos, para hacerles el gusto a los demás.

Renunció el carnero a poner en práctica su teoría, y se conformó con haber agregado uno más a los sistemas filosóficos ya fracasados o por fracasar.

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¿Creer o reventar?

Las supersticiones y creencias populares más difundidas

Escupir para evitar el mal

Décimo quinta parte

Desde tiempos muy remotos el gesto de escupir -aparte de mala educación- ha servido de contrahechizo.

En la Antigüedad se creía que si a una persona se le aparecía el diablo tenía que escupir sobre sus cuernos para que la aparición se desvaneciera.

Se cree que si se tienen pesadillas, para que desaparezcan hay que escupir tres veces sobre el hombro izquierdo.

Se pensaba que cuando se pasaba cerca de una casa donde se había declarado una enfermedad contagiosa había que escupir para preservarse del contagio.

Al parecer, si se quiere traer mala suerte a una persona hay que escupir a sus espaldas (pero como somos buena gente no vamos a hacer caso de esto... ¿verdad?)

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¿Sabía Ud…

…De dónde salieron los nombres de los días de la semana?

Domingo viene del latín dominucs dies, que significa día del Señor; el lunes proviene de lunae dies, o día de la luna; el mártes es el día consagrado a marte, el dios de la guerra; miércoles fue consagrado al dios mercurio; el jueves fue nombrado en honor al dios Júpiter, el viernes fue nombrado en honor a Venus, la diosa del amor; y el sábado fue nombrado así por el latín sabbatum, que significa descanso.

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La estupidez humana no tiene fin

Algunas de las muertes más absurdas de la historia

Primer parte


Todos sabemos que la muerte puede llegarnos en el momento menos esperado. Periódico Cultural Hilando recuerdos encontró este listado por casualidad. Se trata de algunas de las muertes más absurdas que hayan ocurrido en la historia.

Muerte por postre

 

El rey Adolfo Federico de Suecia amaba comer y murió por ello. Conocido como “El rey que comió hasta morir”, falleció en 1771 a la edad de 61 años a causa de un problema digestivo luego de comer una cena gigantesca consistente de langosta, caviar, chucrut, sopa de repollo, ciervo ahumado, champaña y catorce platos de su postre preferido: un relleno de mazapán y leche.

 

Muerte por bufanda

 

La madre de la danza moderna, Isadora Duncan, murió a causa de una bufanda que le encantaba usar. Escribió el New York Times en su obituario del 15 de septiembre de 1927: “El automóvil estaba yendo a toda velocidad cuando la bufanda de seda se enganchó en la rueda y arrastró con terrible fuerza a la señorita Duncan, precipitándola con violencia contra la calle. Fue arrastrada durante varios metros hasta que el chofer se detuvo, a causa de los gritos que venían de la calle. Se reclamó ayuda médica, pero quedó probado que se estranguló y murió instantáneamente”.

 

Muerte por suicidio durante un noticiero en vivo

 

Christine Chubbuck fue la primera y única presentadora de noticiero en suicidarse durante un programa en vivo. El 15 de julio de 1974, a los ocho minutos de programa, la deprimida reportera dijo: “Para mantener la política del canal 40 de traerles lo último en materia de sangre y entrañas, y a todo color, aquí tienen otra primicia: un intento de suicidio”. Y a continuación, Chubbuck sacó un revólver y se disparó en la cabeza.

 

Y ésta última se lleva todos los premios…

En Zabolotye, Ucrania, en junio de 1988, se dio entierro a un hombre que había muerto envenenado tras beber un licor adquirido en el mercado negro; por desgracia alguien tuvo la pésima idea de servir el mismo licor en las exequias, falleciendo 10 personas más entre las que asistieron al mencionado funeral.

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Kamelos no es lo mismo que camellos

Pequeño problema en la traducción

 

En el Nuevo Testamento en el libro de San Mateo dice que "Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre al Reino de los Cielos". El problemita es que San Jerónimo, el traductor del texto, interpretó la palabra Kamelos como camello, cuando en realidad en griego Kamelos es aquella soga gruesa con la que se amarran los barcos a los muelles. En definitiva el sentido de la frase es el mismo, pero... ¿cuál les parece más coherente?

 

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Fotografías de Pueblo Santa María

Capítulo CVII

 

Claudia Reser, Cecilia Schroh y Noemí Schroh jugando en aquellos bellos tiempos de la niñez (Gentileza de Claudia Reser).

 

Claudia Haffner y Carlos Maier preparando una exquisita parrillada (Gentileza de Claudia Reser).

 

Egresados 1999 de la Escuela Media Nº2: Joaquín Streitenberger, Cristian Hoff, Eric Streitenberger, Ana María Krieger, Mauro Mellinger, Natalia Franco, Paula Heit, Lucrecia Berger, Gonzalo Graff, Román Rekofski, Daiana Maier, Andrés Rogel, Mirta Bineder, Marcos Rohwein, Dolores Ming y Diego Weinbender (Gentileza de Vanesa Haffner).

Héctor Hilario Haffner y Vanesa Haffner (Gentileza de Vanesa Haffner).

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Extraordinario éxito…

¡Últimos ejemplares de la Segunda Edición!

El libro que cambió la historia de ver el pasado de las mujeres de las colonias

“La Vida Privada de a Mujer Alemana del Volga”

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“Leyendo este libro se pueden entender muchas de las cosas que pasan en Coronel Suárez”

Esta reflexión sobre «La vida privada de la mujer alemana del Volga», el libro de Julio César Melchior, corresponde al periodista Jorge Piaggio, quien presentó la segunda edición del referido texto en la Unidad Académica Julio César Lovecchio. El municipio declaró el libro de “interés municipal” y también tuvo elogiosos conceptos hacia la obra la docente Adriana Duval

 

Entre otras elocuentes palabras, el escritor Jorge Piaggio remarcó que: “a mi modesto entender resulta imprescindible la lectura del libro de Julio César Melchior, porque es el mejor trabajo que se ha hecho en Coronel Suárez sobre temas fundamentales de la cultura alemana, tan fundamental como el papel de la mujer en esa comunidad” y reflexionó que “es hora que aprendamos a valorar el talento de nuestros escritores y aprovechando que hay presentes autoridades educativas me permito proponer que este libro sea de lectura obligatoria en los últimos años de Polimodal, no para que sea repetido de memoria sino para que pueda ser debatido entre alumnos inquietos y perspicaces y docentes comprometidos con la verdadera educación, la que invita a pensar”. “Si esto sucede, los jóvenes estudiantes estarán comprendiendo por qué suceden las cosas buenas y las cosas malas que suceden en una comunidad como la nuestra, teñida en un altísimo porcentaje de sangre alemana del Volga”.

 

Publicado en Diario Nuevo Día

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¡No deje pasar la oportunidad de adquirir esta obra que está haciendo historia y que cuenta lo que nadie se animó a contar de la vida privada de las mujeres alemanas del Volga!

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“La vida privada de la mujer alemana del Volga”

Un libro que quedará en la historia

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¡Adquiéralo en librerías y puestos de venta de Coronel Suárez (Isabela Libros y Librería Lázaro), las colonias (Kiosco “Cacho” y María Claudio Melchior) y varios puntos de la región y el país o comuníquese vía correo electrónico (hilandorecuerdos@hotmail.com)

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Para meditar

Uno crece cuando…

¿CÓMO CRECEMOS?

Uno crece cuando no hay vacío de esperanza, ni debilitamiento de voluntad, ni pérdida de fe.

Uno crece cuando acepta la realidad y tiene aplomo de vivirla. Cuando acepta su destino, pero tiene la voluntad de trabajar para cambiarlo.

Uno crece asimilando lo que deja detrás, construyendo lo que tiene por delante y proyectando lo que puede ser el porvenir. Crece cuando se supera, se valora, y sabe dar frutos.

Uno crece cuando abre camino dejando huellas, asimila, experiencias... Y ¡siembra raíces!

Uno crece cuando se impone metas, sin importarle comentarios, ni prejuicios; cuando da ejemplos sin importarle burlas, ni desdenes, cuando cumple con su labor, sin importarle los otros pareceres.

Uno crece cuando se es Fuerte por carácter, sostenido por formación, y ¡sensible por temperamento! ¡Y humano por nacimiento!

Uno crece cuando enfrenta el invierno aunque pierda las hojas.
Recoge flores aunque tengan espinas y marca camino aunque se levante el polvo.

¡Uno crece cuando es capaz de afianzarse con residuos de ilusiones, capaz de perfumarse, con residuos de flores! ¡Y de encenderse con residuos de amor!

Uno crece ayudando a sus semejantes, conociéndose a sí mismo y dándole a la vida más de lo que recibe.

Uno crece cuando se planta para no retroceder. ¡Cuando se defiende como águila para no dejar de volar! ¡Cuándo se clava como ancla y se ilumina como estrella!

Entonces... ¡UNO CRECE!