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hilando recuerdos

Se inicia la segunda emigración

Los alemanes del Volga deciden abandonar Rusia

Investigación especial VIII

“Entre 1764 y 1767 se fundaron en ambas már­genes del Volga ciento cuatro colonias, con po­blación extranjera en la que el predominio ale­mán era casi total. Había también franceses y de otras naciones, quienes regresaron pronto a sus respectivos países. De esas colonias madres, na­cieron noventa y una más. En 1912 formaban un total de ciento noventa y cinco. De éstas, algu­nas, según tradición verbal, fueron aniquiladas en las incursiones de hordas salvajes. La prime­ra colonia fue fundada el 29 de junio de 1764 y se llamó Dobrinka, la cual en 1912 tenía 5.400 habitantes. La mayor, llamada Norka, fue fun­dada el 15 de agosto de 1767 y tenía 14.236 ha­bitantes”. (Según testimonio escirto del historiador Matías Seitz)

Motivaciones para dejar el Imperio zarista

“Apenas asumió el poder en Rusia Catalina II, la Grande, comenzó a desplegar un astuto y ambicioso plan colonizador para civilizar y expandir el Imperio –argumentan Popp y Dening en su libro “Los Alemanes del Volga”-, y nuestro pueblo fue un tanto víctima y resultó sacrificado por la nombrada estadista; cuando desembarcaron de los barcos que por el Báltico los condujeron a tierra rusa, tuvieron la pri­mera "desagradable sorpresa" al enterarse de que todos debían de­dicarse a la agricultura, aunque el Manifiesto de su Majestad no con­tenía dicha cláusula. De la Renania (Alemania) salieron 30.000 personas y por las tremendas peripecias del viaje sólo llegaron 27.000 al Volga, sobrevi­viendo apenas 23.000 después de la primera década; naturalmente que durante el siglo diecinueve alcanzaron cierto bienestar.

Esta colonización fue la primera que la Corona rusa condujo so­bre las yermas estepas de su Imperio; en consecuencia fue un experi­mento incierto plagado de indecisiones y desatinos. Fueron creados organismos especiales para su administración y se dictaron reglamen­tos para "siervos" de acuerdo al estigma social imperante en el país y a la inveterada mentalidad de sus dirigentes y no para "personas libres" como eran los alemanes; los funcionarios rusos desconocían el trato con un pueblo libre que recién comenzaron a conocer a par­tir de 1863 —un siglo después de la inmigración de nuestros antepa­sados—, cuando el Gobierno abolió la "servidumbre".

También es preciso volver al contenido de la invitación de Ca­talina II, en su tantas veces aludido Manifiesto de 1763, cuando —aparte de eximirlos del pago de los tributos habituales del país—, los eximió de prestar el servicio militar junto con sus descendientes por tiempos eternos. De esto se desprende que nuestro pueblo teóricamente poseía privilegios muy especiales en Rusia, y prácticamente constituía un pequeño estado dentro de un gran Imperio; tal vez esta maniobra de promesas exageradas para inducir a los alemanes a colo­nizar el Volga fue un error histórico o... una treta desleal y sádi­ca, tan común en los hábitos diplomáticos de aquella época.

Las guerras y el militarismo los obligaron a huir de su patria nativa hacia el este, ignorando tal vez, que el Imperio ruso también poseía un numeroso ejército que nutria sus filas de un pueblo de "siervos", que nunca conocieron la libertad hasta 1863; estos solda­dos —extraídos de la servidumbre rural y urbana—, no se incorpora­ban para adquirir instrucción militar o cívica, sino para continuar sir­viendo ciegamente a sus superiores. El ejército ruso, hasta fines del siglo diecinueve, no gozaba de buena fama y menos en la imaginación de nuestros colonos; cabe agregar que de acuerdo al arma, el servi­cio militar se extendía de cinco a siete años consecutivos, en lugares muy alejados del Volga.

Un pueblo libre, que gozaba de privilegios especiales y que es­taba completamente separado de los nativos, continuando con sus tradiciones y su lengua, sin obligación de cumplir el servicio militar en su nueva patria, no podía continuar así por mucho tiempo; des­pués de esta introducción esclarecedora, desarrollaremos los cuatro motivos principales que indujeron a muchos colonos a dejar las co­lonias en forma definitiva; a saber:

1º SERVICIO MILITAR: El historiador Riffel se detiene espe­cialmente en este aspecto; mas, no podemos admitir que los alemanes sean más cobardes que los rusos. Ello quedó muchas veces demostrado en las frecuentes guerras de la época con los turcos; pero al difundirse la noticia de que el zar Alejandro II dejaba sin efecto la promesa formal de eximir a los colonos alemanes y a sus descendientes del ser­vicio militar obligatorio, el impacto fue terrible. Con el sofisma de que para los rusos el concepto de "tiempos eternos" se limitaba sólo a "cien años", los colonos se sintieron defraudados y nuevamen­te engañados por los rusos; tener que abandonar, —por primera vez—, sus aldeas para alejarse miles de kilómetros por cinco a siete años, para incorporarse a un ejército —caballería-infantería-marina-artillería—, compuesto por nativos de la peor calaña y extraídos de entre los sier­vos rusos, era algo inadmisible.

Los jóvenes dedicados únicamente a la labranza de las tierras y a sus iglesias, no conocían otra cosa que su aldea o las colonias ve­cinas; no es de extrañar que, cuando los primeros reclutas salían de sus aldeas, las campanas eran echadas a vuelo y la multitud los acom­pañaba por un largo trecho, con lágrimas en los ojos. Era frecuente ver a las esposas de los soldados, arrojarse delante del tren que los llevaba al lejano regimiento porque, decían, si ya no estaba quien sostenía a la familia, ellas no tenían por qué seguir viviendo.

Todo un drama, tal vez exagerado, entre los pacíficos colonos, que al partir, al cumplimiento del servicio militar, se consideraban perdidos... Con ello comenzó la desconfianza hacia todo aquello que provenía del Gobierno ruso, considerado tan serio y cumplidor. Cuan­do, al fin, lograron cierto bienestar, comenzaron las peores dificultades para generar nuevos pensamientos para emigrar al lejano interior del gran Imperio; así llegamos al siguiente motivo:

2° ESCASEZ DE CAMPO. Tal como lo mencionamos, el régimen MIR, o sea la permanente redistribución de las tierras por períodos decenales en cada comunidad (aldea), provocaba una sensible dismi­nución —por el aumento vegetativo— de asignación de tierra por ha­bitante masculino; no obstante las dos ampliaciones otorgadas por la Corona, el crecimiento de la población fue tan intenso, que en la Bergseite en 1798, aún correspondía a cada habitante un promedio de 16 has. Pero en 1869, dicho promedio apenas alcanzaba 1,6 has por cabeza.

A partir de 1870 el Gobierno ya no cedía campo en el Volga a los alemanes; quien necesitaba tierra para cultivar tenía que buscarla en Siberia en la Rusia Asiática; los hijos que iban a suceder al padre en el laboreo del predio agrícola, ya no podían —por el servicio mili­tar obligatorio—, permanecer en las colonias con seguridad... ello, nuevamente obligaba a tentar la búsqueda de algún lugar de radica­ción definitiva. Asimismo, el Gobierno ruso, un tanto alarmado por el crecimiento y la expansión alcanzada por nuestro pueblo, en ningún momento se opuso a la emigración de sus descendientes; incluso se les dio diez años para salir libremente del país. Como siguiente factor para emigrar citaremos:

3º POLÍTICA DE RUSIFICACIÓN. Nuestro pueblo se había mantenido totalmente ajeno al sistema de vida y de la cultura rusas hasta entonces; quebradas las promesas de Catalina II en lo relativo al servicio militar y reducidas las atribuciones adminis­trativas y judiciales otorgadas a las colonias de los alemanes del Volga, no cabía duda que se avecinaba lo peor. La poca autonomía de la cual aún gozaban en sus aldeas fue completamente derogada en 1876; recién entonces se dieron cuenta de que vivían en un país hostil que los consideraba como "intrusos". Muy pocos conocían el idioma ruso y los vínculos con los nativos eran casi nulos: quien pensaba quedarse, debía comenzar de nuevo y someterse a dicho tren de asimilación a un pueblo que muy poco antes había salido del estado de servidum­bre, con modos de vida tan distintos, era suficiente razón para buscar nuevos horizontes en la emigración. La juventud rusa había acunado un nuevo slogan —a imitación de los americanos—, "Rusia para los rusos" que ya indicaba claramente que en el futuro quedarían pocas opciones y se sabía que el nuevo zar comulgaba también con esas ideas; aún resumiremos otros motivos:

MOTIVOS MENORES. Ante un panorama tan incierto y difí­cil, se agregaron años de sequía y sin cosechas y ello aumentó la aflic­ción y desesperación de nuestros colonos al máximo; tan es así, que en 1871 toda la región sureña del Volga se vio afectada de una gran sequía, muy extraña por cierto, y otros años similares siguieron lue­go y la decepción se extendía cada vez con mayor fuerza. Citemos también el influjo negativo que siempre tuvo sobre nuestros antepa­sados la crudeza del invierno ruso.

Finalmente, ante ese cúmulo de dificultades que se interponían en la vida habitual en Rusia, también surgió el temor de una eventual restricción de la libertad de culto, o de conciencia, o la imposición lisa y llana de la exigencia de adoptar la religión ortodoxa oficial de Rusia, como acaeció más o menos en la época, sobre las costas del Mar Báltico, en donde más de tres millones de católicos y protestan­tes fueron obligados a profesar la religión ortodoxa”.

 


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