La tierra prometida
Los primeros colonos llegan al Volga
Investigación especial IV
“Nos afincamos a ambas márgenes del río Volga. Luchamos contra lo inconmensurable. El Imperio las más de las veces dejó de cumplir con sus promesas y nos abandonó a nuestra propia suerte. La zarina Catalina II La Grande nos traicionó. Fuimos utilizados como barrera para contener la invasión de tribus nómades, salvajes y sanguinarias. Pero a pesar de todo eso, edificamos nuestro hogar, formamos nuestras familias y construimos nuestra pequeña patria alemana en el inmenso Imperio ruso. Y durante casi cien años, pese a tanta lucha y tanto sacrificio, fuimos verdaderamente felices”.
Un camino lleno de infortunios
“De Europa partieron 30.000 personas –entre los años 1763 y 1767- con destino al bajo Volga, ubicado a unos 600 kms. de Moscú, y durante el camino y la fundación fallecieron 3.000 iniciando la colonización 27.000. Pero la inclemencia del clima, la exigua alimentación y el inadecuado medio habitacional redujeron esa cantidad a 23.109 para febrero de 1769.
La muerte natural o violenta era muy frecuente, ya sea por epidemias (malaria, tifus, viruela) o por enfermedades que no podían ser superadas por carencia de medicinas o por la incompetencia de los médicos de la época; aparte, en los diez primeros años tuvieron cosechas fallidas y en el mismo tiempo y hasta cuarenta años después 1200 colonos fueron conducidos al mercado de esclavos de donde no regresaron jamás.
El esquema colonizador ruso –escribe Olga Weyne en su libro “El último puerto”-, había previsto la creación de dos tipos de colonias: privadas y de la Corona. En la organización de las privadas sobresalieron algunas compañías francesas pero según las fuentes de la época, hubo frecuentes desinteligencias entre los administradores y los colonos de origen alemán. Fue así como en la zona derecha –occidental- del Volga, la mayoría de las fundaciones correspondía a la Corona”.
Los colonos fueron agrupados en núcleos de no más de 1000 familias –divididas de acuerdo a su confesión religiosa-, constituyéndose cada uno de ellos en un distrito de colonización. Entre 1764 y 1767 fueron fundadas 104 aldeas”.
La administración se dirigía desde las ciudades cabeceras de Saratov y Samara. El lado derecho constituía la provincia de Saratov y el opuesto, la provincia de Samara, aunque Saratov fue considerada siempre de hecho y de derecho como la verdadera capital de los alemanes del Volga. Una vez ocupadas las principales zonas de colonización del lado derecho del Volga –denominada por los alemanes como Bergseite-, se resolvió la extensión por el este, amplia llanura conocida por los germanos como Wiesenseite.
Las primeras colonias –conocidas históricamente como aldeas madres- muy pronto acusaron una superpoblación, lo que motivó soluciones heroicas; las nuevas generaciones no querían ir a las ciudades ni cambiar su ocupación habitual. Ello es fácilmente comprensible si tenemos en cuenta que vivían en comunidades muy cerradas y en total aislamiento respecto a los otros pueblos; de manera que la única salida consistía en hallar nuevas zonas alejadas del gran río. Así los jóvenes pertenecientes a familias muy numerosas y desheredados forzosamente por el Edicto de Catalina II, solidariamente designaban apoderados que trataban de adquirir en compra para todos ellos campos aptos para los cultivos en las regiones exteriores a las colonias existentes.
La colonizazión del bajo Volga
El proyecto colonizador se inició con 458.000 has. pero cuando los colonos lograron aclimatarse y se rodearon de ciertas comodidades –sostienen los historiadores Popp y Dening- el crecimiento vegetativo de la población fue en constante aumento, hasta llegar a un promedio de ocho hijos por familia; ello ocasionó otro tipo de problemas sumamente agudos. Entonces Catalina II otorgó a los inmigrantes 498.000 has. de campo útil, a ambas márgenes del río Volga y después de medio siglo, la Corona realizó otra ampliación de tierras, cediendo a los alemanes 498.000 has. más de campo.
Pese a dicha ampliación y seguir el crecimiento rápido de la población, otro medio millón has. fueron cedidas por el gobierno en 1848; en consecuencia, en el lapso de 80 años los colonos obtuvieron tres repartos de tierras, hasta totalizar 1.496.000 has. Las implicancias de la sucesión y el derecho de herencia, generaron muchos problemas sociales. Otra fuente histórica, sin embargo, sostiene que el pueblo alemán llegó a tener, entre lo cedido por el Gobierno y las adquisiciones privadas en total 2.725.000 has. de campo útil en 1919.
Agricultura e industria
Los alemanes del Volga fueron grandes y prósperos productores de trigo, llegando a proporcionar los mejores tipos de harina a toda Rusia. Pero además del trigo también cultivaban el maíz, del cual una vez seco llevaban las mazorcas o espigas sin deschalar en carros cerrados a un depósito, para luego reunir a familiares o amigos para separar en forma manual, la chala del maíz con más comodidad; máquinas desgranadoras sencillas separaban el grano del marlo y producían el maíz limpio.
Tanto el tallo como el marlo y las hojas del maíz servían de combustible; todo se aprovechaba en Rusia.
Naturalmente que en todo el ámbito de la colonización en el Volga, el trigo fue el principal cultivo y, en segundo lugar, el centeno; merece una mención especial, la papa y su cultivo. Su importancia fue tan significativa que su venta se extendió a otras regiones rusas. Aunque Pedro el Grande fue el introductor de ese producto de origen americano en el país, los primeros productores en gran escala y quienes difundieron su consumo masivo fueron los alemanes.
Cabe agregar que también fueron producidos en menor escala el girasol, la remolacha azucarera, el lino y el cáñamo; la Corona también procuró que dedicaran su atención a la apicultura y plantación de tabaco.
Algunos plantaron moreras para la cría del gusano de seda a fin de producir este preciado hilo.
A principios del siglo XX, los alemanes habían llegado a un desarrollo económico muy elevado.
En cuanto a su dedicación a pequeñas industrias, debemos tener en cuenta que dicho pueblo debía producirse todos sus tejidos para su vestimenta; para ello fueron proveyéndose de telares familiares para uso doméstico. Tanto se especializaron los colonos en sus tejedurías "caseras" que de ella surgió una floreciente industria de producción de telas de lana, algodón o mixto; dicha industria sobrepasó en mucho las necesidades propias.
Se fabricaban máquinas limpiadoras de cereal, cardadoras, ruecas, carros rurales, botas de fieltro y ropa para la nieve. Hummel, en su libro, también cita, que dicho pueblo tenía en funcionamiento, antes de la primera guerra mundial, dos fabricas de arados, dos de otros implementos agrícolas, dos fábricas textiles y diez para fabricar fieltro.
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