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Fábulas argentinas
Cambio de política
Durante un tiempo, tanto los herbívoros como los carnívoros habían tomado parte en el gobierno. Y no por esto andaban peor las cosas: al contrario, pues cada cual traía el tributo de sus cualidades peculiares, y mientras reinó la concordia, todo anduvo perfectamente.
Pero los que comen pasto, creyéndose, quizá con razón, más útiles que los carnívoros, quisieron echar a éstos del gobierno. Los carnívoros que eran los menos pero que tenían para sí la fuerza bruta, se resistieron y fueron, al fin y al cabo, los herbívoros los que tuvieron que ceder y salir.
Por supuesto que los otros no dejaron en el gobierno ni a uno solo de sus contrarios, y tuvieron que sufrir la dura ley del vencido, los vacunos y los yeguarizos, la oveja y la cabra, el guanaco y la gama, y hasta las palomas.
Y los carnívoros colocaron en todos los puestos del gobierno a sus solos partidarios, desde el tigre, que fue presidente, hasta la gaviota que entró de portera. El puma, el cimarrón; el zorro, el gavilán, y el mismo tábano, todos tuvieron colocación, y los herbívoros se tuvieron que conformar con pasárselo lamentando que sus méritos quedaran inútiles.
Cuentan que fue entonces cuando el cerdo (siempre ha sido vividor) se acostumbró a comer carne con unos y vegetales con otros, «por si sobreviniera -dijo- algún acuerdo».
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Historias de frases famosas
Salir con un domingo siete
Por Héctor Zimmerman
El folclore da una explicación que, como todas las leyendas, prefiere el atractivo de la magia a la seriedad de lo real. En su libro los cuentos de la Mama Vieja, Rafael Jijena Sánchez cuenta que en una comarca vivían dos compadres, uno rico y otro pobre. El pobre salía al monte todo los viernes a cortar leña. En cierta ocasión se perdió, y subió a un árbol para pasar la noche. Desde allí vio una luz. Era una casa iluminada donde unas brujas celebraban su reunión de los viernes. Se acercó, y por una rendija pudo verlas bailar mientras cantaban a gritos: “Lunes y martes y miércoles / ¡tres!”. Cansado de oírlas repetir esa única letra, el hombre agregó cantando: “Jueves y viernes y sábado / ¡seis!”. Contentísimas con ese arreglo, las brujas lo colmaron de sacos de oro y otros bienes que éste llevó a su casa. Enterado de la aventura, el compadre rico fue al bosque el viernes siguiente. Llegó cuando las brujas coreaban con entusiasmo: “Lunes y martes y miércoles / ¡tres! / Jueves y viernes y sábado / ¡seis!”. El intruso añadió con un vozarrón desafinado: “¡Domingo ¡siete!”. Furiosas porque ese estribillo arruinaba la canción, las brujas lo castigaron cruelmente. Hoy "salir con un domingo siete" es irrumpir en una conversación con cosas que no vienen al caso, irritar y desconcertar con un tema intempestivo.
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