Página 2 y 3: La calesita: Una historia con muchas vueltas
En España lleva por nombre Tiovivo; en Francia, Carrusel; pero acá en la Argentina tiene un nombre sinónimo de infancia: Calesita. La historia de la calesita es un rompecabezas cuyas piezas no han sido unidas por la historiografía, pero es importante intentarlo, ya que la Argentina es uno de los pocos países -el cuarto del mundo- que conserva esta tradición. Hasta tal punto este juego prendió en la cultura que la palabra “calesita” es porteña. “Vamos a jugar a la calesita”. La expresión primigenia era otra: “Juego de los caballitos”.
El primer “juego de caballitos” que llegó a Buenos Aires era francés y se instaló entre 1867 y 1870 en Barrio Parque, que quedaba entre lo que hoy es el Teatro Colón y el palacio de Tribunales. Hubo que esperar hasta 1930 para que apareciera la primera fábrica, Sequealino e hijos, una firma de herreros italianos de Rosario, que hizo más de mil calesitas para América Latina. Con ellos ganó la forma que tiene hoy este juego: unos treinta lugares para ser ocupados.
En aquellos tiempos las calesitas aparecían en los llamados huecos de la Ciudad de Buenos Aires, espacios vacíos donde se instalaban hasta que los dueños decidían construir y los echaban... Por eso es muy difícil tener una idea de cuántas calesitas hubo en los comienzos de su historia en la Argentina: cambiaban de barrio todo el tiempo. Se puede precisar, al menos, que en 1923 se instaló en Hidalgo y Rivadavia la más antigua que hoy queda en el país, trasladada primero al Jardín Zoológico y actualmente ubicada en Ayacucho (provincia de Buenos Aires).
La década de 1920 trajo un gran cambio: la electricidad. Al poder mover la calesita con un motor, se modernizó la técnica, se aceleró la marcha y se reemplazó el organito que iba afuera por uno incorporado que crearon los hermanos La Salvia. La calesita se identifica mucho con la idiosincrasia argentina, y porteña en particular. Este juego que viene de Turquía y entra por Europa, tiene en común la característica de la mezcla. Además Argentina es un país circular, de idas y vueltas: somos hijos de gente que nació en otro punto del mundo.
Hoy hay varias calesitas en funcionamiento en la Argentina, incluyendo, por supuesto, y con orgullo, la de Coronel Suárez y las de los pueblos alemanes. Las más clásicas tienen caballos de madera, otras tienen distintos animales y aviones. Hay que cuidar las calesitas como se cuidan las plazas, porque son parte de la infancia y el niño es el padre del hombre. Si cuidamos al niño, recuperamos el futuro. Eso nos permitirá acercarnos al ideal de sociedad que queremos: una que respete la memoria.
La primera calesita
La primera calesita de la que se tiene información es una que aparece en un bajo relieve del Imperio de Bizancio fechado hacia el año 500, que muestra un grupo de personas dentro de cestas suspendidas de un poste central. La palabra carrusel tiene sus orígenes en el italiano garosello y español carosella ("pequeña batalla") usada por los cruzados para un ejercicio de entrenamiento para combate y un juego común entre los jinetes turcos y árabes hacia el año 1100. En cierto sentido este dispositivo puede ser considerado un mecanismo para el entrenamiento de la caballería; reforzaba la preparación de los jinetes para la batalla al atacar con espadas de madera a muñecos que representan al enemigo. Los cruzados descubrieron este método y llevaron la idea a sus señores y reyes en Europa. Allí el carrusel se mantuvo en secreto dentro de los castillos, siendo usado para el entrenamiento de los jinetes; los carruseles no eran mostrados al público en general. Con el pasar de los años se construyeron unos pequeños carruseles que fueron instalados en los jardines privados de la realeza. Al poco tiempo, con toda la pompa que existía en esa época en Francia, se armó un gran aparato que fue colocado en Paris en Le Place du Carrousel.
Para la caballería turca y árabe, se construyó una calesita cerca del año 1680 como aparato de entrenamiento, consistía de caballos de madera suspendidos de vigas soportadas por una columna central. Los jinetes apuntaban con lanzas, tratando de ensartar anillos ubicados alrededor de la calesita, la cual era movida por hombres, caballos o mulas. Con el desarrollo de las uniones de artesanos y la relativa liberación de los oficios en Europa, a principios del siglo XIX se empezaron a construir calesitas que comenzaron a funcionar en distintas ferias y otras reuniones en la Europa Central y en Inglaterra.
En 1837, el fabricante de carros, Michael Dentzel convirtó su negocio de fabricación de vagones en lo que es ahora la Alemania del sur, en una empresa de fabricación de calesitas. Los caballitos, animales y mecanismos se fabricaban en los meses de invierno y su familia y trabajadores recorrían en su tren de vagones la región, operando su gran calesita en distintos sitios.
Por esa época otros constructores como Heyn en Alemania y Bayol en Francia estaban también comenzando a construir carrouseles. En forma similar Inglaterra estaba empezando a desarrollar su propia tradición de fabricación de carruseles la que tendría un estilo distintivo.
Las calesitas primitivas no tenían plataforma, sino que se colgaban los animales de postes o cadenas, los cuales se inclinaban hacia afuera al girar, por efecto de la fuerza centrífuga, simulando volar. Se les llamaba calesitas de caballos voladores. Normalmente eran propulsados por animales de tiro caminando en círculo, o por personas jalando una cuerda o moviendo un manubrio. Hacia la mitad del siglo XIX, se desarrolló la calesita de plataforma, para reducir los riesgos a los niños, donde los animales y las carrozas se moverían en círculo sobre una plataforma circular suspendida del eje o poste central; se empezaron a construir con propulsión de vapor. Eventualmente, con los avances de la revolución industrial se empezaron a desarrollar mecanismos, con engranajes y cigüeñales, a fin de dar a los postes del cual colgaban los animales el típico movimiento de sube y baja, al desplazarse alrededor del poste central. Las plataformas servían de soporte a la parte inferior de los postes de suspensión a la vez que servían de plataforma para caminar por ella o para colocar sobre ella otros animales, carrozas, canoas simuladas y otros objetos. Era común tener órganos u otros instrumentos musicales automáticos y pronto aparecieron los motores eléctricos y las luces que dieron a las calesitas su estilo clásico.
A pesar de que el carrusel se desarrolló gradualmente en países europeos como Alemania, Francia, Inglaterra e Italia, el desarrollo sufrió un fuerte impulso al sumarse los norteamericanos.
Los pioneros fueron, principalmente Gustav Dentzel (hijo de Michael Dentzel), de Alemania y Dare de Inglaterra. Michael Dentzel envió a sus cuatro hijos a Norteamérica hacia 1850, uno de ellos, Gustav, llevó consigo en el barco de vapor un gran carrusel completo desarmado. Hacia comienzos de 1860 Gustav había armado el carrusel de su familia, en Filadelfia para investigar el mercado norteamericano. Tuvo mucho éxito, y simultáneamente fundó un taller de fabricación de carruseles y muebles en Germantown. Este se convertiría con los años en centro de operaciones de una de las mayores familias fabricantes de carruseles de Norteamérica. Poco tiempo después otros fabricantes de carruseles europeos comenzaron a llegar a Norteamérica. Muchos buenos ebanistas y pintores entrenados en Europa, trabajaron para las primeras empresas americanas. Dado que los Dentzel, eran de raíces alemanas, naturalmente emplearon a otros alemanes como los hermanos Muller y también a muchos italianos, como Salvador Chernigliaro.
Muchos especialistas en carrusel consideran que la era de esplendor del carrusel fue durante los comienzos del siglo XX en Norteamérica. Por esa época se construyeron máquinas muy grandes, con animales, carruajes, y decoraciones exquisitamente elaborados por artesanos europeos que habían emigrado a Estados Unidos. Para ello utilizaron grandes cantidades de madera apta para el tallado proveniente de los Appalaches, consistente en pino blanco. Mientras que la mayoría de las figuras en los carruseles europeos posee una postura relativamente estática, las figuras usadas en Norteamérica son de bestias representadas en posiciones de acción, con las patas en movimiento, ojos expresivos. El primer carrusel en Coney Island fue construído en 1876 por Charles I. D. Looff, un artesano de la madera de origen danés. El carrusel en funcionamiento más antiguo está en la ciudad de Praga. Existen algunos carruseles que poseen dos pisos, como el de Columbia.
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Hecho curioso
La caballería turca y árabe construía una calesita como aparato de entrenamiento, consistía de caballos de madera suspendidos de vigas soportadas por una columna central. Los jinetes apuntaban con lanzas, tratando de ensartar anillos ubicados alrededor de la calesita, la cual era movida por hombres, caballos o mulas.
Los caballeros que participaron de las Cruzadas (que fueron expediciones militares realizadas por los cristianos de Europa occidental a partir de 1095 y cuyo objetivo era recuperar Jerusalén y otros lugares de peregrinación conocido por los cristianos como Tierra Santa, que estaban bajo control de los musulmanes) descubrieron este método y llevaron la idea a sus señores y reyes en Europa. Allí el carrusel se mantuvo en secreto dentro de los castillos, siendo usado para el entrenamiento de los jinetes de caballería, que utilizaba muñecos que representaban al enemigo.
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Las calesitas de los pueblos alemanes
Hoy hay varias calesitas en funcionamiento en la Argentina, incluyendo, por supuesto, y con orgullo, la de Coronel Suárez y las de los pueblos alemanes, donde funcionan dos: la de la Plaza “Sergio Denis”, en Pueblo San José, y la de la “Plaza del Inmigrante”, en Pueblo Santa María. Las más clásicas tienen caballos de madera, otras tienen distintos animales y aviones.
Hay que cuidar las calesitas como se cuidan las plazas, porque son parte de la infancia y el niño es el padre del hombre. Si cuidamos al niño, recuperamos el futuro. Eso nos permitirá acercarnos al ideal de sociedad que queremos: una que respete la memoria.
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Desde el alma I
La calesita
Música: Mariano Mores
Letra: Cátulo Castillo
Llora la calesita
de la esquinita
sombría
y hace sangrar las cosas
que fueron rosas
un día...
Mozos de punta y hacha
y una muchacha
que me quería...
Tango varón y entero
más orillero
que el alma mía...
Sigue llorando el tango
y en la esquinita palpita
con su dolor de fango
la calesita...
Carancanfún... Vuelvo a bailar
y al recordar una sentada
soy el ranún que en la parada
de tu enagua almidonada
te grito: ¡Carancanfún!...
Y el taconear
y la lustrada
sobre el pantalón,
cuando, a tu lado, tirado
tuve mi corazón...
Grita la calesita
su larga cuita
maleva...
Cita que por la acera
de Balvanera
nos lleva...
Vamos, de nuevo, amiga
para que siga
con vos bailando...
Vamos, que en su rutina
la vieja esquina
me está llamando...
Vamos, que nos espera,
con tu pollera marchita,
esta canción que rueda
la calesita...
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