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hilando recuerdos

Página 8

Hoy es el día de tu cumpleaños…

 Sin festejos pero con bellos recuerdos

Por Ángela Teresa Grigera

El tiempo pasa de forma apresurada, llega el invierno, las hojas caen precipitadas y las calles se cubren de sus cuerpos ocres, secos, arrugados,  que debajo de nuestros pasos cantan la canción del invierno.

La vereda de nuestra casa se alfombra con las hojas del nogal, mientras se desnuda imponente con sus brazos elevados al cielo y se estira cada temporada un poco más. ¡Ay amor! Si parece que fue ayer que lo plantaste en el cantero, era pequeño, no sé si llegaba a un poco más de un metro de altura… ¿Te acordás con que alegría me mostraste sus primeras nueces? Como no recordarlo, si de tus manos se produjo el milagro. Otro invierno, otro año más para este árbol que está cada día más alto y tupido.

Pero el tiempo amor, pasa sin detenerse y aunque todo parece igual, no lo es. Hoy estoy sola. Te extraño, y en estos días cercanos al invierno frío, tu ausencia se hace insoportable. Cuando miro por la ventana, es como si viera una postal, como si el tiempo estuviese detenido, como si fuera una imagen donde todo está en el mismo lugar… Pero dentro de la casa nada es igual, todo cambió y yo debo acostumbrarme a este nuevo estado de las cosas.

Odio mucho más el frío, el invierno. ¿Será porque nuestra cama no guardó tu calor y cuando me acuesto no me espera la tibieza de tu cuerpo? Mis pies recurren a una bolsa de agua caliente para templarse; pero ese calor no sirve para mi alma desolada.

Hoy, 9 de mayo cumplirías años, tus 88 años. Ya no podremos festejarlos. No pudiste cumplirme la promesa de acompañarme hasta que tuvieras 99 como tu abuelo; pero como todos los días desde que decidimos caminar por esta vida juntos, estarás dentro de mi corazón. Prometo tratar al menos de no llorar. Es tu cumpleaños. Trataré de estar en paz, de besar tu recuerdo con una sonrisa y recordarte con esa alegría de vivir que siempre te acompañó. Seguramente bailarás en esos recuerdos, te reirás, te escucharé hablar con vehemencia como lo hacías cuando algo te apasionaba; volveré a recordarte en el patio, bajo las plantas, hundiendo las manos en la tierra y disfrutando de sentir su contacto. Te imaginaré cantando algún tango y sentiré al cerrar los ojos un suave beso y un silencioso te amo. Estarás a mi lado y te sentiré cerca. Porque no te has ido, porque no te irás.

El nogal pasará este invierno y otros y seguirá creciendo aunque no estés ya para cuidarlo; pero en él cada vez que lo miro también te veo, porque de él se desprende vida, y de vos, de tus manos, de tus cuidados también se desprendía vida y alegría de vivir.

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Carta desesperada

Para ti, mi amor, que te estás muriendo

Colaboración

de Paulette Sibilia

No me salen palabras para poder decirte todo lo que siento, pero empezaré diciendo que es verdad algo que dice: “Uno no sabe lo que tiene hasta que no lo pierde”. Tal vez yo no te he perdido pero algo tengo bien claro y es que no supe aprovechar el tiempo que estuviste aquí conmigo.

Sólo sé que desde ayer empecé a ver la vida de otro modo, porque sé que alguien que de verdad me quiere se me está escapando. Que el único que me ha valorado, que me ha demostrado su amor se me va, y no sé si existe el Cielo para volver a verlo algún día.

Tú significas mucho para mí. Tal vez no lo creas así; pero créelo que de verdad te lo digo: tu eres para mí como un regalo que me han dado, el más valioso de todos y no sé si podré soportar tenerte tan lejos de mi; pero le pido a Dios que me de fuerzas para soportarlo.

Te ama y te adora: Paulette. 

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Decir adiós

Tratando de olvidar

Estoy triste. No es tan fácil dejar de querer porque, es muy dulce el cariño y es muy largo el olvido.

Estoy triste porque el sentimiento no puede comprender que tiene que dormirse en una cama fría lejos del calor que lo alentaba.

Estoy triste porque con tus recuerdos han vuelto tus ojos a mí, haciendo estremecer mi alma que se aleja a un rincón para contarle al aire que aún te ama.

¡Cómo me gustaría verte…! Volver a estar en tus brazos y sentirte intensamente, aunque sólo fuera por un momento o en un sueño.

Me duele el pecho de congoja y desaliento. Me duele el alma asustada al recibir recuerdos de mi gran recuerdo. Recuerdos que llegan cuando yo me empeño en olvidar. Cuando mis ojos cansados de mirar sin ver, descubren que el horizonte se aleja y mi alma comienza a decirte adiós, cuando mi corazón dolido no sabe ya llorar porque ha gastado sus lágrimas frente a una tumba.

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