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hilando recuerdos

Edición Nº35 (Julio de 2009)

 

Nunca dejé de amarte

 

Treinta años después aún te recuerdo

 

Si algún día volvemos a encontrarnos, espero sentir tus labios cerca de los míos para besarlos, atrapar tus manos con mi cintura y acurrucarme en tu oído. Pasaría horas y horas, charlando conmigo mismo sobre ti, pero ahora no puedo soportar las lágrimas que me abrasan los ojos. Esto de verdad es amor y no voy a olvidarte nunca, aunque a veces aleje de mi tus pensamientos para no sufrir tanto” -escribe Enrique Siebelbein especialmente para Periódico Cultural Hilando recuerdos, evocando, a los setenta años, un amor intenso que vivió en las colonias en su juventud y que nunca pudo olvidar, pese a marcharse al sur y comenzar una nueva vida, con otra mujer, otro hogar y otros hijos… Pero conservando el mismo dolor, ese dolor que lo angustia aún hoy, cincuenta años después.

 

“El atardecer comienza a caer sobre mi ventana y es el principio de la oscuridad que va sembrando sombras en mi cuarto de abuelo viudo viviendo solo en una casa que le queda muy grande” –continúa escribiendo Enrique Siebelbein. “Aquí en el sur atardece muy temprano. Y eso hace que los recuerdos lleguen más temprano aún que lo habitual. Invaden mi mente de hechos que viví allá lejos en las colonias de Coronel Suárez cuando era joven y amé a una persona que me hizo muy feliz pero también muy desgraciado. La amé más que a mi propia vida; pero ella no. Para ella solamente fui amor de un año. Después de ese tiempo se casó con otro. Me dijo que dejó de amarme. Sé que no fue así, que fueron sus padres que la obligaron a casarse con otro, de posición social más elevada, dueño de un campo y más dinero.

“Es en estos momentos, todas las tardes, en que la recuerdo y no la tengo a mi lado. Deseo de corazón que haya logrado encontrar la felicidad. Jamás regresé a las colonias. Espero que al leer estas palabras escritas para ella, se de cuenta que nunca pude olvidarla y que, pese a haberme casado, he vivido con el consuelo de haber grabado su mirada, sus besos, sus caricias, su rostro, que conservé grabado en mi corazón todos estos largos años como el primer día, como esa aciaga noche en que llorando nos despedimos para siempre.

Ojala algún día pueda ojear mi existencia como un libro y decir, sin llorar y en paz conmigo mismo y mis recuerdos: esta fue mi vida y aquí termina”.

 

Amor de otoño

Nunca es tarde para ser feliz

“El sol alejaba su mano de mi regazo y el frío se iniciaba en una carrera lenta pero cierta, las hojas pasaron de verdes frondosas a amarillo y el otoño nos llenaba de frío. Entre su risa y la sorpresa dejaba ver su humanidad mezcla de fuerza y fragilidad, de dulzura y dolor. No era alguien que desde lejos llamara la atención; pero era una persona a quien se podía amar entregando el corazón y todas las ilusiones de la vida. Sobre todo después de buscar durante toda la existencia una verdad que jamás encontré. Nunca supe ser feliz y jamás encontré al amor de mi vida. Al menos hasta hoy, aquí, en este hogar para ancianos de Rosario” –cuenta Margarita Resch en una carta escrita para ser publicada en Periódico Cultural Hilando recuerdos.

 

“Jamás tuve respuestas. En cada recodo de mi existencia tropezaba con más y más preguntas. Jeroglíficos que no lograba descifrar y que me desviaban de mi destino a cada paso que daba. Sólo dejé huellas muertas y manos vacías. Y al mirar atrás no encuentro más que soledad y silencio. Ninguna voz querida que me extrañe ni que repita mi nombre con dulzura llamándome. Mis padres han muerto y son los únicos que pudieran necesitarme. No hay  nadie en mi pasado. Ni había nadie en mi futuro cuando tomé la decisión de venir a vivir a este hogar para ancianos. Estaba desahuciada, completamente desamparada y frustrada de todo y de todos. Sentía que había vivido en vano. En pocas palabras: estaba más cerca del suicido que de la vida.

“Hasta que un día el amor logró penetrar en mi soledad. Y lo hizo de la manera más insólita he inesperada. Cuando ya no tenía esperanzas y me había abandonado a sobrevivir en este hogar para ancianos. Fue aquí donde me enamoré y donde me casé. Y donde aprendí a ser feliz”.

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Historia de Agnes y Evaristo

Ver morir a un ser querido

 

Agnes comenzó a morir en silencio una tarde de junio. Su mirada se fue apagando día a día; su cabello se tiñó de blanco; y su rostro se fue sumergiendo en la almohada, desapareciendo consumido por una enfermedad que la iba “comiendo por dentro”. Ver morir a Agnes fue como ver apagarse el sol de mi vida: ella lo era todo para mí. La amaba como nunca nadie amó a mujer alguna. Habíamos sido tan felices. Siempre estaba cuando necesitaba de ella. Nunca preguntaba nada: me escuchaba, me consolaba, me aconsejaba. Compartíamos nuestras tristezas y alegrías. Verla morir era como comprender que iba a quedarme muy solo en la vida. Y así fue.

Me quedé solo. Sin luz, sin esperanza de ser nuevamente feliz, cargando una pesada mochila de dolor y angustia. Me quedé con las manos y la mirada vacías, frente a una tumba con una fotografía que la recordaría hasta que el tiempo la borrara y el olvido de los años de la humanidad desterrara su recuerdo para siempre de la faz de la tierra.

Aún, después de tantos años recuerdo esos instantes tan tremendos como si fuera hoy.

Agnes me llamaba, me pedía en un susurro de voz apenas audible, que me sentara al lado suyo, en la cama. Ella me hablaba, levantaba el dedo índice, flaco, huesudo, señalando vaya a saber qué cosa. Yo miraba hacia el lugar que me marcaba, ese lugar vacío, buscando comprender lo que deseaba decirme con tanta desesperación.
Cuando el médico la revisó por última vez, lo miré fijamente tratando de encontrar una palabra esperanzadora. Pero él no hizo otra cosa que tomarme las manos y decir en tono neutro y profesional: “Lo siento, ya no hay nada que hacer”. Yo lo observaba, lleno de rencor y de odio… ¿Acaso él no estaba para salvar a las personas? Entonces… ¿Cómo es que no podía salvarla a ella?

El médico se despidió para siempre de Agnes y después me miro en silencio, impotente ante la enfermedad que avanzaba y se la estaba llevando a la tumba.

A partir de ese momento, lo único que yo quería era permanecer sentada a su lado todo el día y toda la noche. A veces ni siquiera comía. Mis padres se enojaban mucho conmigo, porque veían como yo también comenzaba a perder peso… Temían por mi salud. Decían que no podían distinguir quién era el que estaba agonizando. Debo reconocer que tenían razón: yo también estaba muriendo.

El día que Agnes ingresó en la última etapa de su vida, su carne estaba deshecha y respiraba con una fuerza de voluntad que partía el alma.

Una madrugada me paré al lado de su cama, indefenso, desolado, inmerso en una tristeza que no tenía consuelo y le susurré al oído: ”Agnes, amor mío, ¿y ahora qué? ¿Me vas a dejar solo? ¿Es injusto lo que nos hace el destino? Te amo más que a mi propia vida. No puedo dejarte morir”.

Agnes, sorpresivamente, y en un último gesto, reaccionó, levantó la mano hasta alcanzar mi mejilla. Abrió los ojos, pálidos, hundidos en el rostro ya casi más muerto que vivo, clavó su mirada en mi, respiró hondo, muy hondo, y me dijo: “Mi amor”. Lo dijo con tanto sentimiento, tanta desesperación y ternura que comencé a llorar como un niño.

Llorando me recosté a su lado. Le susurré al oído que me hablara, que no se callara, que me contara cualquier cosa, que me hiciera sentir que todavía estaba viva.

Agnes tosió desesperada porque le faltaba el aire. De su boca empezaba a manar un hilillo de sangre. Pero a pesar de todo sonrió para consolarme.

Murió apaciblemente.

Y me dejó solo. Irremediablemente solo.

Egresados Escuela Parroquial San José, año 2005: Cintia Wesner, Lucía Holzmann, Noelia Hubert, Micaela Heumann, Cintia Rolhaiser, Matías Fogel, Claudia Gelinger, Brain Gotig, Jonatan Ferreira, Sabrina Martínez, Valeria Walter, Diana Wagner, Diana Stremel, Jeremías Hein, Juan Pedro Herr, Sebastián Frank, Vanesa Meier, Emanuel Franco, Eloisa Waigel, Adrián Arzer, Marcos Maier, Marcos Waigel, Maximiliano Mayer y Leonel Lora (Gentileza de Lucía Schwindt).

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Fotografías de Pueblo San José

Capítulo XCXIII

 

Año 1997. Recuerdo del momento en que se celebraban los 70 años de Inés Bahl. La acompañaron en tan importante festejo: sus hijos Inés, Alcira, Anita, Lidia, Mary, Alicia, Nelly, las mellizas Berta y Teresa y Norma (Gentileza de Alcira Ullmann).

 

Inolvidable fotografía que rememora al famoso y recordado dúo rockero integrado por Cacho Ziegelmann y Ángel Wagner (Gentileza de Alcira Ullmann).

 

Fiesta de casamiento de los esposos Lucía Schwindt y Darío Meier, acompañado de su abuela Susana Bender de Minig (Gentileza de Lucía Schwindt).

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¿Por qué el dolor permanece por siempre y la felicidad apenas un instante?

La felicidad y el dolor

 

Colaboración de

Alfredo Wesner

 

Siendo apenas un niño comencé a mirar la sonrisa de los que me rodeaban -mis padres, mi familia, mis amigos- y entendí que verlos alegres, con los ojos brillantes de luz, me proporcionaba cierto grado de bienestar y algo parecido a la felicidad. Con el tiempo comprendí que yo también podía sonreír y hacerles sentir lo mismo a los demás. Creí que con eso bastaba para vivir. Sin embargo no tenía en cuenta que existía algo más tenebroso que la felicidad, no sabía que además de ella estaba el dolor, el sufrimiento y la agonía. Y un día conocí el dolor y todo cambió.

 

Ver como mis padres enfermaban y eran consumidos por una enfermedad que el médico diagnosticaba con frialdad como cáncer, transformó mi sentido de la existencia y mi manera de ver la vida”. Me pregunté “¿Cómo puede ser? ¿Es necesario que sufran tanto? ¿Por qué el dolor permanece por siempre y la felicidad apenas un instante?”. A partir de ese momento me sentí condenado, absorto, triste, lastimoso. No podía resignarme ante tanto sufrimiento.

Una madrugada de vigilia, sentado en el patio, mientras mi padre se moría, una estrella fugaz atravesó el cielo, lo rasgó en dos, fue como un símbolo de mi vida: un antes y un después de haber descubierto el lado oscuro de la existencia. Me emocioné. Creí que ese espectáculo maravilloso era un regalo del mismo Dios. Como si el supiera lo mucho que necesitaba de un instante de misticismo para renovar la esperanza de mi alma desolada. Esa pequeña y casi cotidiana representación de la naturaleza, me conmovió al punto que sirvió para considerar lo que sentía y mi visión del mundo que me rodeaba hasta ese momento.

Pensé en que el dolor llega, penetra en la piel y ya nunca más se aleja de nosotros. Vive con nosotros, sufre con nosotros, teme con nosotros y sobre todas las cosas, envejece con nosotros. En cambio la felicidad no. La felicidad llega, comparte nuestro espacio por una leve fracción de segundo y luego se disipa en el aire para el resto de la eternidad. El recuerdo de ese instante tan breve regresa a nosotros infinidad de veces a lo largo de nuestras vidas. Pero siempre regresa igual: joven, cándido, fresco y glorioso. No como el dolor, que siempre vuelve para morir dentro de nosotros una y otra vez, para hacernos caer en un sufrimiento que nos hunde cada vez más en la desesperación del desconsuelo y el llanto inútil.

Y así, a lo largo de los años, nuestra vida se va convirtiendo en un cementerio de dolores. Vamos enterrando seres queridos: abuelos, tíos, padres, hermanos, hijos… Y dejamos de creer que alguna vez podamos encontrar algo de felicidad.

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Fábulas argentinas

Patrón rico

Por Godofredo Daireaux

Un caballo tenía para sí solo todo un potrero bien cercado, de riquísimos pastos, con un buen retazo de alfalfa siempre verde, y en un rincón varias parvas de pasto. En el galpón donde dormía, tenía además, a su disposición y para su consumo una pila de bolsas de maíz.

Era soltero, y por supuesto vivía en medio de extrema abundancia, no por codicia, sino porque así era, no más, por un favor de la Fortuna. Era bueno y servicial por lo demás, este señor caballo, y un día que un ratón le vino a pedir un poco de maíz para su señora que estaba enferma, le dio permiso para tomar lo que necesitase, pensando que un animal tan pequeño no podía comer mucho; y no quiso siquiera aceptar la promesa de pago que le quería firmar el ratón.

Éste, al volver a su casa, encontró al cuis, su amigo íntimo, y entre agradecido e irónico le contó la cosa, diciéndole: «Y tú, ¿por qué no vas? Pedile licencia para estar en el campo y te la va a dar. Poco le cuesta: ¡es tan rico!».

Fue el cuis; ofreció pagar arrendamiento; pero el caballo no aceptó y le dio licencia, no más.

Y el cuis aconsejó a la vizcacha que fuera también, pues era tan rico el patrón que seguramente no le negaría campo. La vizcacha pensó que sin pedir nada, bien se podía establecer allí, y así lo hizo, sin que el caballo, bonachón y rico, le pusiera obstáculo.

La cabra se coló un día entre los alambres y fue a visitar al caballo, queriendo comprarle un poco de pasto verde; el caballo la convidó a comer y puso a su disposición su retazo de alfalfa.

Pronto la cabra llamó a las ovejas, sus compañeras, y a fuerza de pasar por el alambrado, le abrieron un portillo por el cual pudo entrar la vaca; su ternero no podía quedar afuera, y también se hizo baqueano para entrar y salir.

Y toda esta gente comía, destrozaba, voraceaba, ensuciaba, pelaba el campo, volcaba el maíz, deshacía las parvas, siempre muy zalameros todos con el caballo, a quien llamaban patrón, ponderando su riqueza. “¡Es muy rico el patrón!”.

Pero cuando llegó el invierno, se encontró el caballo con que le habían acabado el maíz, que casi no le quedaba pasto seco, que la alfalfa estaba pelada y todo el campo talado, y cuando uno de los intrusos se le vino con la santa palabra: «¡Bah, es usted tan rico, patrón!» él, que ya se veía pobre, se enojó de veras, y lo puso de patitas del otro lado del alambrado; y con todos se apuró a hacer lo mismo, no sin bastante trabajo, y a cerrar los portillos, sintiendo haberlos dejado abrir.

No hay riqueza que valga, donde hay derroche.

 

 

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¿Creer o reventar?

 

Las supersticiones y creencias populares más difundidas

Tijeras

Décima cuarta parte

Unas tijeras que descuidadamente han quedado apuntando a una persona indican que si ésta es una persona soltera, nunca va a casarse, y si es casada, que será objeto de infidelidad.

En cualquier caso, cuando unas tijeras caen al suelo, la persona a la que dirigen su punta está siendo señalada como víctima de un mal o desgracia inmediata. 

Tradicionalmente las tijeras son atributo de Átropos, una de las tres Parcas (romanas) o Moiras (griegas), encargada de cortar el hilo de la vida. 

Nunca se deben regalar tijeras, salvo que se de a cambio una moneda o se pinche previamente, de forma inocua, a la persona que es destinataria del regalo. 

Pese a ser un elemento maléfico, las tijeras gozan, como otros utensilios, de una función dual y pueden servir en algunas ocasiones para cortar las energías negativas. Desde esa condición conjuran el mal de ojo y abiertas en cruz junto a una puerta, impiden la entrada de las brujas. 

Es práctica habitual colocar unas tijeras junto al lecho de una mujer embarazada para aliviar los dolores propios del alumbramiento. Éstas han de formar, con ambas cuchillas, la forma de cruz.

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Curiosidades de la historia

 

Haciendo el ridículo

 

En este artículo insólito para muchos e interesante para otros, Periódico Cultural Hilando recuerdos da a conocer una investigación muy particular, llevada a cabo con mucha paciencia y rigor histórico, que revela curiosidades de la historia. Algunas resultarán simpáticas y jocosas y otras ciertamente ridículas. Pero ninguna se nos pasará por alto. Terminaremos reflexionando en que nadie está libre de cometer un acto que con los años pueda ser considerado un chiste del destino.

 

* En la Grecia clásica, para saber si una mujer era estéril o no, se le colocaba un ajo en la vagina; y si al día siguiente le olía la boca a ajo, la mujer se consideraba fértil. De lo contrario, se creía que sus conductos vitales estaban tapados.

 

* El rey Gustavo III de Suecia (17461792) estaba convencido de que el café era un veneno. Y para demostrar su toxicidad condenó a un asesino a tomar café todos los días y a otro delincuente lo indultó con la condición de que bebiese té a diario. El experimento fue seguido por una comisión médica, resultó un fracaso: primero murieron los médicos, después el rey, muchos años más tarde el condenado a beber té y por último el bebedor de café.

 

* A falta de Biblia, los romanos juraban decir la verdad apretándose los testículos con la mano derecha. De esta costumbre romana procede la palabra testificar.

 

* En la antigüedad los conventos, durante la lectura de las Sagradas Escrituras al referirse a San José decían siempre ´Pater Putatibus´ (Padre Putativo, lo que significa: tenido por padre, no siéndolo) y para simplificar ´P.P.´ Así nació el llamar ´Pepe´ a los ´José´.

 

* Cuando los conquistadores ingleses llegaron a Australia, se asombraron al ver unos extraños animales que daban saltos increíbles. Inmediatamente llamaron a un nativo (los indígenas Australianos eran extremadamente pacíficos) y le intentaron preguntar mediante señas. Al notar que el indio siempre decía "Kan Ghu Ru" adoptaron el vocablo ingles "kangaroo" (canguro). Los lingüistas determinaron tiempo después el significado, el cual era muy claro, los indígenas querían decir "No le entiendo".

 

* Durante la guerra de sucesión norteamericana que tuvo lugar entre los años 1861 y 1865, cuando regresaban las tropas a sus cuarteles sin tener ninguna baja, ponían en una gran pizarra "0 Killed" (cero muertos). De ahí proviene la expresión ´O.K.´ para decir que todo está bien.

 

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Santo remedio

 

¡Achús! ¡Jesús!

 

Esta forma occidental de responder al estornudo data del año 591, cuando Italia era azotada por una enfermedad epidémica cuyos primeros síntomas eran los estornudos. Por ello, el papa Gregorio I hizo que los cristianos dijeran alguna invocación como «¡Jesús!» o «¡Salud!» para tratar de espantar la terrible enfermedad. Con ello se iniciaba la tradición romana de saludar con una bendición el estornudo, con la intención de eliminar del cuerpo posibles enfermedades.

 

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Hechos increíbles pero ciertos

 

La castración: remedio para todo

 

Durante el Renacimiento, se castraba a los que padecían hernia, locura, epilepsia, gota, lepra o cualquier otra enfermedad hereditaria. También la castración fue la pena habitual contra el libertinaje y el adulterio.

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Historia de frases famosas

 

Ir de punta en blanco

 

Esta expresión, que en la actualidad solemos utilizar para elogiar la elegancia y pulcritud de la vestimenta de alguna persona, tiene su origen en los antiguos usos de la caballería.

En ese tiempo, en cambio, el dicho se aplicaba a los caballeros que solían llevar todas las armas del arnés desnudas y listas para el combate y como estas eran de acero bruñido, centelleaban al sol con una blancura resplandeciente, es decir, los caballeros iban de punta en blanco.

Esta expresión es la misma que da origen a la frase armas blancas, aludiendo a que son cortantes, en contraposición con las llamadas armas negras, que eran las que se utilizaban en la práctica de la esgrima y que no eran cortantes ni punzantes; asimismo, eran también llamadas armas negras las que permanecían envainadas.

Por analogía, con el correr del tiempo, el modismo ir de punta en blanco vino a aplicarse también al acto de vestir lujosamente -sea de uniforme o etiqueta- y con el máximo esmero, tal como lo hacen en la actualidad muchas personas.

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 ¡Viva la Constitución!

 

¡Viva la Pepa!

 

La historia nos cuenta que la primera constitución española fue jurada en la ciudad de Cádiz en el año 1812. Pero dos años después, cuando se restableció el absolutismo, el rey Fernando VII la abolió, ayudado en gran medida por los Cien Mil Hijos de San Luis, nombre dado al ejército francés comandado por el duque de Angulema.

Pero la abolición de la Carta Magna no sólo suspendió su vigencia, sino que quedó terminantemente prohibida la sola mención de su nombre, por lo que los liberales no podían utilizar su tradicional grito de ¡Viva la Constitución!

Lejos de someterse a esa medida arbitraria, los partidarios de la constitución encontraron la forma de referirse a ella, sin necesidad de mencionarla: como había sido promulgada el día 19 de marzo -festividad de San José-, la bautizaron La Pepa (recuérdese que Pepe es el hipocorístico o diminutivo cariñoso de José) y así fue como surgió el grito de ¡Viva la Pepa! para reemplazar el de ¡Viva la Constitución!, considerado entonces subversivo.

Por supuesto, con el correr del tiempo la expresión habría de perder toda intención política para pasar a significar desenfado, regocijo y alboroto, tal como lo utilizamos actualmente, sobre todo para dar a entender que en algún lugar reina un total y completo desorden.


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¿Sabía Ud…?

 

Acontecimientos insólitos

 

Una noche de 1923 en una amplia zona de Japón miles de perros aullaron durante horas, sin ningún motivo aparente. Al día siguiente 1 de septiembre morían 142.807 japoneses en uno de los terremotos más terribles de la historia.

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 ¿Cómo surgen las nuevas palabras?

 

¡Atorrante!

 

Dicen que la palabra "atorrante" (argentinismo) viene de la época en que estaban poniendo las cloacas en Buenos Aires. Los tubos venían de Inglaterra y tenían la marca de su fabricante: A. Torrans. Los vagos que se metían a dormir en los tubos pasaron a ser llamados atorrantes.

 

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Consejos prácticos de doña María

Sabiduría popular  de las abuelas de las colonias

Octava parte

Cuando se le quema el arroz: Cuando se le haya quemado una parte del arroz, puede poner dentro de la olla un trozo de pan o de cebolla y verá como absorbe el mal olor al resto del arroz que esta bueno.

Para que no salpique el aceite al freír huevos: Échele un poco de harina al aceite en la sartén y verá como salpica mucho menos al freír un huevo.

Porotos frescos: Para comprobar si los porotos secos están buenos hay que colocarlos en un recipiente con agua fría. Deseche los que flotan, pues esto indica que contienen insectos o moho.

Sopa salada: Si cocina una sopa y le sale un poco salada, échele un par de rodajas de papa y déjale hervir un poco; la papa absorberá la sal.

 Huevos: Si desea que la yema del huevo duro quede bien centrada porque los va a usar para una decoración, el secreto es hacer que se muevan en forma circular mientras hierven, ayudándose con una cucharita. Al girar, la yema se desplaza hacia el centro.

 El aceite en su punto justo: El aceite para freír papas tiene que tener una temperatura justa. Esto se comprueba arrojando un trocito de pan fresco en él. Cuando el pan comience a navegar por el aceite, es el momento indicado para cocinar las papas.

 Para que el bizcochuelo levante pero no se seque: Hay que prepararlo con harina común tamizada. Al momento de incorporarla al batido, hágalo desde el tamiz, para que no se formen grumos. Mientras, vaya revolviendo con movimientos envolventes.

 

 

Para pensar y tener en cuenta

 

Pensamiento positivo

 

Por Walt Disney

 

Y así después de esperar tanto, un día como cualquier otro decidí triunfar; decidí no esperar a las oportunidades sino yo mismo buscarlas; decidí ver cada problema como la oportunidad de encontrar la solución; decidí ver cada desierto como la oportunidad de encontrar un oasis; decidí ver cada noche como un misterio a resolver, decidí ver cada día como una nueva oportunidad de ser feliz.

Aquel día descubrí que mi único rival no era más que mis propias debilidades y que ésta era la única y mejor forma de superarme; aquel día deje de temer a perder y empecé a temer a no ganar, descubrí que no era yo el mejor y que quizás nunca lo fui, me dejó de importar quien ganara o quien perdiera, ahora me importaría simplemente saberme mejor que ayer.

Aprendí que lo difícil no es llegar a la cima, sino jamás dejar de subir.
Aprendí que el mejor triunfo que puedo tener, es tener el derecho de llamarle a alguien "amigo".

Descubrí que el amor es más que un simple estado de enamoramiento, "el amor es una filosofía de la vida".

Aquel día deje de ser un reflejo de mis escasos triunfos pasados y empecé a ser mi propia tenue luz de este presente.

Aprendí que de nada sirve la luz si no vas a iluminar el camino de los demás.
Aquel día decidí cambiar tantas cosas, aprendí que los sueños son solamente para hacerse realidad; desde aquel día yo no duermo para descansar, ahora solo duermo para soñar...

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Fotografías de Pueblo Santa María

Capítulo XCXIV

Año 1992. Recuerdo de la fiesta de cumpleaños de Rocío Gallinger, en la que participaron familiares y amigos: Yanina Ovando, Maximiliano Ovando, Victoria Cejas, Leticia Sauer, María Inés Saniuk, Mariela Lambrecht, Malvino y Federico Acosta, Nélida Lambrecht, Luis Ángel y Gabriela Kesler, Micaela Cejas, Nerea Gallinger, Matías Schroh, Verónica Bauer, Verónica Gerk, Miriam Graff y Florencia Streitenberger (Gentileza de Jorge Omar Gallinger).

 

Fiesta de casamiento de los esposos Claudia Berger y Adán Schneider. Los acompañaron en tan feliz acontecimiento: Alberto Berger, Ana Rolhaiser, Andrea, “Tito” y Darío Berger (Gentileza de Andrea Berger).

 

Fiesta de casamiento de los esposos Ana María Lambrecht y Ariel Pichman. Comparte tan trascendente momento: Silvina Streitenberger (Gentileza de Silvina Streitenberger).

Fiesta con la que celebró su Primera Comunión Emanuel Cabrera. Junto a él estaban sus tíos Carlos Cabrera, Nelly Desch y su primo Martín Adán (Gentileza de Andrea Berger).

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Llegó el cartero…

Cartas de lectores

Julio César Melchior

Director Periódico Cultural

Hilando recuerdos

 

Mes a mes, devoro cada página de Periódico Cultural Hilando recuerdos. Me parece genial. Realmente, Julio, introducirse en el universo literario que creaste a partir de la cultura e historia de los descendientes de alemanes del Volga es fascinante, es perderse en un espacio – tiempo lleno de ternura, afecto y una entrañable nostalgia. Es conocer el pasado de nuestros abuelos. Es acercarse a ellos mediante el talento de tu escritura. Es revivir hechos y acontecimientos trascendentes que forman parte de nuestra identidad.

Por todo ello, Julio, mis mayores felicitaciones. A seguir adelante.

Atentamente…

Eugenia Schulmeister

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Julio César Melchior

Director Periódico Cultural

Hilando recuerdos

 

Tengo que felicitarlos, a tu hermana María Claudia y a ti, Julio, por el contenido del periódico. Es muy instructivo. Me deleito leyendo, viendo las fotografías y recordando tiempos de mis abuelos que pensé jamás iba a volver a revivir. Es un placer compartir todas estas remembranzas con mis hijos adolescentes.

¡Felicitaciones!

Adelina Kees

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Julio César Melchior

Director Periódico Cultural

Hilando recuerdos

 

Vos escribís para nosotros, pero hoy yo escribí para vos.

Gracias por Ser y por Existir. Gracias por abrirnos un "Portal Dimensional", acercándonos a las fibras más íntimas de nuestra alma. Así podremos vernos por dentro, reconocernos como Colectividad Alemanes del Volga, desmalezarnos y juntos surgir por un mañana mejor.

Gracias por compartir tus pájaros de ensueño y las hadas que te acompañan, de una forma que sólo vos pudiste hacer. Que Dios te bendiga hoy siempre.

Graciela Waiman

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Julio César Melchior

Director Periódico Cultural

Hilando recuerdos

 

Leer Hilando recuerdos es como recorrer las calles de las colonias; volver a ser niña; jugar a las muñecas; reír con la abuela; cantar las canciones alemanas, tan melancólicas y tristes; ver pasar las horas y partir hacia la Capital Federal buscando un futuro mejor que nunca encontré… Llorar la angustia de la soledad en esta gran urbe que nos devora y no nos deja volver.

Colmé mi espíritu de recuerdos. Volví a sentir que tengo un pasado. Que soy alguien. Que todavía puedo seguir creyendo en la esperanza… como lo hicieron mis padres y mis abuelos.

Gracias, Julio César, por tanto afecto volcado en tus notas.

Saludos…

 

Margarita Detzel

 

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Julio César Melchior

Director Periódico Cultural

Hilando recuerdos

 

La vida a veces nos sorprende con pequeños / grandes halagos que nos dan fuerzas para continuar lidiando con las cosas de todos los días, esas cosas que con los años se nos aparecen triviales y vacías. Y hoy, vaya si la vida me sorprendió. Tu Periódico, Julio César, es para mí como un oasis en medio de tanta mediocridad, de tanta vida sin sentido. Leer las notas que contiene me hace sentir transportada hacia otro universo. Más feliz, más tierno, más dulce, más ingenuo… el universo de la vida en las colonias alemanas… esas queridas y amadas colonias.

Te agradezco profundamente el haberme dado este gusto.

Un fuerte abrazo y felicitaciones.

Silvina Gottfriedt

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Julio César Melchior

Director Periódico Cultural

Hilando recuerdos

 

A medida que voy envejeciendo, me alimento de pasado, me recreo en los recuerdos y extraño. ¡Cuánto extraño¡ Por eso recurro a Periódico Cultural Hilando recuerdos para apagar mi sed de añoranza y alegrar mi alma. Sus textos, fotografías, todo me ayudan a continuar creyendo en un mañana posible: regresar al lugar en que nací.

Gracias Julio César Melchior y María Claudia Melchior por tan loable trabajo cultural. Los admiro. Los sigo desde que nació el Periódico.

¡Felicitaciones!

Eugenia Schegelberger

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Julio César Melchior

Director Periódico Cultural

Hilando recuerdos

 

Cada párrafo, cada línea que leo me hace recordar a mis queridos abuelos. Me hace llorar de nostalgia. Rememorar pequeños detalles de mi niñez, reencontrarme con afectos perdidos, saber que alguien se ocupa de conservarlos en la memoria… Todo me resulta emocionante.

Por eso, Julio César y, por supuesto, María Claudia, los felicito por el trabajo que están desarrollando.

Afectuosamente.

 

Susana Paul

 

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Julio César Melchior

Director Periódico Cultural

Hilando recuerdos

 

Gracias por brindarme tantas alegrías juntas: cada nota es un remanso de sosiego en medio de tanta soledad en la que vivo, aquí en Rosario, lejos de los lugares queridos, de los seres amados…

Hilando recuerdos revive mi niñez, mis años de juventud. Llena mi corazón de una felicidad que no logro explicar en palabras. Sólo se me ocurre decir que me hace plenamente feliz.

Gracias, muchas gracias, Julio César. Felicitaciones por tu bello trabajo.

Con afecto…

 

Wilma Lauer

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Julio César Melchior

Director Periódico Cultural

Hilando recuerdos

 

Mis felicitaciones a ambos –María Claudia y Julio César- por la enorme labor cultural que están desarrollando. ¡Los felicito! No es fácil en estos tiempos económicos complicados que vive el país, sostener una actividad cultural de la magnitud de Periódico Cultural Hilando recuerdos. Y ustedes no sólo lo logran sino que lo hacen con una calidad literaria excelente.

Un abrazo…

 

Josefina Schoffer